Alonso de Ojeda, el primer descubridor y conquistador español

 


El 10 de junio de 1501, los Reyes Católicos nombraron a Alonso de Ojeda (u Hojeda) gobernador "de la isla Caquevacoa, que vos descubristes". En realidad no se trataba de una isla sino de una península situada en la parte septentrional de la costa de América del Sur, en el Golfo de Venezuela, cuyos límites se disputan hoy este país y Colombia. La gobernación de Coquibacoa abarcaba desde la boca del río Esequibo hasta la península de La Guajira y era fundamentalmente litoral. 
 
El beneficiario recibía, además, "la metad del provecho e renta que en la dicha isla cada año se oviere, con tanto que vos sea pagada en dineros de lo que en las cosas que en ella oviere de provecho e valieren", estableciendo un máximo de trescientos mil maravedís anuales, siendo el resto para la Corona, y quedaba exento del pago de  "derechos e alcabalas e almojarifadgos, ni imposición ni otras contribuciones algunas", con la única excepción del quinto real, para lo cual se le imponía la presencia de un delegado real en cada nave.
 
Retrato imaginario de Alonso de Ojeda, por Ignacio Castillo Cervantes (Wikimedia Commons)
 
Hay algunas cosas singulares en esas capitulaciones. En primer lugar, la asombrosamente temprana obligación de atajar la presencia de ingleses en esas latitudes, que se repite dos veces de forma explícita ("... que atajés el descubrir de los ingleses por aquella via" y "...habees de descubrir en la costa de la tierra firme para el atajo de los ingleses"); algo que dejaría patente la aventurada navegación de marinos desde Bristol, puerto en el que los banqueros florentinos habían financiado en 1496 la singladura de Giovanni Caboto a Terranova y donde había operado también Cristóbal Colón antes de acudir a la corte de Castilla. En segundo lugar, que el documento se hizo sin informar precisamente a Colón, pese a que éste era almirante y virrey de las Indias. La razón estaba en que los reyes habían decidido autorizar viajes "menores", luego conocidos como "viajes andaluces", a la llamada Tierra Firme, con el objetivo de ampliar la explotación del Nuevo Mundo y romper el monopolio concedido a los Colón; el de Ojeda sería, por tanto, el primero.
 
Hidalgo de pocos recursos natural de la conquense localidad de Torrejoncillo del Rey, donde nació entre 1466 y 1471, Ojeda había acompañado al marino genovés en su segundo viaje a La Española, tras conocerle probablemente en 1490 en casa del duque de Medinaceli, donde era paje. De pequeña estatura pero apuesto, con carácter tempestuoso y muy diestro con las armas, se vio a menudo envuelto en pendencias y duelos debido a su tendencia a la ira, que contrastaba con una fervorosa religiosidad (sintetizaba perfectamente esos tres impulsos fundamentales de la conquista española que formuló el hispanista estadounidense Irving A. Leonard en su obra Books of the brave -Los libros del conquistador-, a saber, "Oro, gloria y Evangelio"). 
 
Ilustración decimonónica de F. H. Lungren mostrando a Alonso de Ojeda en Cibao
 
Duro, excesivo a veces, sobre él admitió Bartolomé de las Casas, pese a que no fue clemente con su recuerdo, que estaba dotado de "todas las perfecciones que un hombre podía tener"  (entre ellas ausencia de vértigo, como le demostró a la reina Isabel caminando por los andamios de la Giralda, ganándosela); "singular fuente de energía, crueldad y ambición" le describe Hugh Thomas. Al fin y al cabo, se trataba de un veterano de la guerra de Granada y su actuación junto al genovés resultó fundamental en aquel regreso a las Indias, pues él rescató a varios expedicionarios perdidos en la selva, descubrió lo que consideró abundancia de oro en los ríos de Cibao (exageradamente, como se comprobaría luego y el propio Colón aludió a ello con la expresión "de no creella"), fue alcalde de la fortaleza de Santo Tomás y lideró varias entradas a la caza de esclavos para el almirante
 
También se encargó de reprimir a los nativos belicosos, impartir justicia entre ellos con mano de hierro y capturar al temible cacique caribe Caonabo mediante un ingenioso ardid (le indujo a ponerse unos grilletes como si fueran pulseras, aunque otra versión dice que lo invitó a subir a la grupa de su caballo y entonces picó espuelas hacia las líneas españolas). En 1495 tomó parte en la primera gran batalla entre indígenas y españoles, la de la Vega Real, en la que el hermano de Caonabo, Manicatex, fue derrotado por las tropas colombinas, reforzadas por efectivos del cacique aliado Guacanagarix.

La captura de Caonabo por Alonso de Ojeda, en otra ilustración del siglo XIX
 
El confuso primer viaje
Según Hugh Thomas, Ojeda se uniría al tercer viaje del navegante genovés en la primavera de 1498. Iba a ser decisivo en su vida, ya que fue cuando se descubrió la América continental: la Tierra de Gracia, en lo que ahora es Venezuela, tocando tierra en Trinidad, Macuro, Punta del Arenal, el delta del Orinoco, el golfo de Paria, isla La Asunción (rebautizada Margarita en 1499)... En 1513 una investigación oficial sobre el almirante preguntaría a varios testigos si éste no habría confundido Paria con la isla de Trinidad. Ojeda, que dijo haber visto allí "gatos e patadas grandes como de una yegua e como de carbas e puercos", declaró que pasaron entre dicha isla y el estrecho Boca de Dragón. En cualquier caso, ya entonces se hizo una primera alusión a Venecia, comparando los árboles americanos con sus huertos.

No está claro cuándo regresó Ojeda a Castilla, ya que la documentación es escasa y las fechas inciertas; es más, al no conservarse las capitulaciones -si las hubo- algunas fuentes no sitúan a Ojeda en el tercer viaje colombino, ya que habría reñido con Colón en el segundo, sino en uno propio. En él, había de seguir la ruta del genovés para comprobar cuánto de lo que informaba era cierto, en una misión encargada por el obispo Juan Rodríguez de Fonseca, poderoso administrador real de las Indias, gracias al cual había podido enrolarse en 1493 con Colón (al que el prelado era hostil). 
 
De ser correcta esta otra versión, el conquense había retornado del segundo viaje colombino con las noticias de la riqueza de oro y la existencia de un presunto continente, prestigio suficiente para negociar él mismo unas capitulaciones con los reyes; su objetivo era emprender por su cuenta la colonización de la prometedora Tierra de Gracia. 
 
Sepulcro del obispo Fonseca en la Colegiata de Toro (Borjaanimal en Wikimedia Commons)
 
En efecto, Ojeda armó una carabela y zarpó el 18 de mayo de 1499. A la altura del cabo Agüer se cruzó e incautó otra dedicada a la pesca, atravesando con ambas el Atlántico por Cabo Verde, siguiendo los vientos alisios como antes hiciera el Almirante. Llevaba consigo a dos personajes célebres de la época: el comerciante y cosmógrafo florentino (naturalizado castellano) Américo Vespucio y un navegante y cartógrafo santoñés que también había viajado con Colón en sus dos primeros viajes, Juan de la Cosa, al que nombró piloto mayor. 
 
El primero se desvió hacia Brasil, llegando a la conclusión de que esas tierras no eran el extremo de Asia que decía Colón sino un nuevo continente (y que se extendían hacia oriente, perteneciendo por tanto a Portugal). El segundo cartografió la costa y las islas, dibujando el primer boceto del famoso mapamundi con la primera representación de América, que haría al año siguiente.

El mapamundi de Juan de la Cosa (Wikimedia Commons)
 
Entretanto, Ojeda alcanzó el cabo Orange y costeó el actual Surinam, llegando a la desembocadura del Orinoco y a la península de Paria, donde obtuvo perlas, esmeraldas, palo de Brasil y oro. Pero era insuficiente para amortizar los gastos, por lo que completó el cargamento con esclavos, como se acostumbraba en tales casos. A continuación costeó hacia el norte hasta Coquibacoa, descubriendo la Pequeña Venecia (Venezuela, llamada así por sus palafitos) y el lago San Bartolomé (hoy Maracaibo). Desde Coquibacoa dejó atrás el continente para pasar a las Antillas, paró en Aruba y Curaçao, y regresó a Castilla, no sin hacer una escala en La Española, donde tuvo un violento altercado -hubo muertos y heridos- con un Colón que reclamaba su autoridad sobre los territorios explorados. 
 
Desembarcó en Cádiz en una fecha incierta, entre noviembre de 1499 y junio de 1500. Finalmente, el cargamento resultó lo bastante rentable y los datos geográficos tan sugestivos como para que Ojeda, con la citada mediación de Fonseca, convenciese a los reyes de capitular su toma de posesión de aquella nueva tierra: 
"Lo que SS.AA por vos hacer bien e merced, habida consideración a lo que gastastes e servistes en ese viaje que fuistes a descubrir, el poco provecho que dello ovistes, vos dan licencia que tornees armas hasta diez navios, e podaes ir a ver la tierra que habes descubierto mas de nuevo con las condiciones que abajo se dirán".

Las capitulaciones entre la Corona y Alonso de Ojeda (Archivo General de Simancas)
 
El segundo viaje
Obtuvo así el cargo de capitán de la armada y gobernador, con derecho a fundar un asentamiento y la merced de quedarse con "todas e cualesquier cosas que hallaredes en las islas e tierra firme", ya fueran metales preciosos, especias, gemas, minerales, plantas y animales, con libertad para comerciar con todo ello a la vuelta sin pagar impuestos salvo el quinto real, pero "con tanto que no podaes traer esclavo ni esclavos algunos sin licencia". También le concedían seis leguas de tierra de labranza en La Española "para siempre jamás".
 
Los beneficios de las perlas y la venta de los esclavos no le dieron para fletar las diez carabelas propuestas, que se quedaron en cuatro. A comienzos de 1502 volvía a atravesar el Atlántico, con la orden de evitar el Golfo de Paria por estar situado en el delta del Orinoco, bajo control de Colón ("...que no podaes tocar en la tierra de rescate de las perlas de esta parte de Paria"). Llegó a Isla Margarita y, siguiendo la misma ruta que había hecho poco antes Rodrigo de Bastidas -un marino del genovés-, continuó caboteando hasta Coquibacoa "...en la parte de la tierra firme, donde estan las piedras verdes, de las cuales trujistes muestra, e traigais dellas las mas que pudieredes...". Eran, como se ve, sitios de abundancia de perlas y esmeraldas, que trató de explotar con maltrato a los indios. 
 
Extensión de la gobernación de Coquibacoa (Wikimedia Commons)
 
Allí mismo, en la actual Playa Honda, fundó la colonia de Santa Cruz, sede de su gobernación, que iba a ser la primera estable en la parte continental de Sudamérica. Sin embargo, apenas duró tres meses por la hostilidad indígena, que supuso un asedio continuo y provocó el desaliento general. Las consiguientes disputas internas acabaron en rebelión contra el gobernador y en su destitución por parte de sus socios, los comerciantes sevillanos Juan de Vergara y García de Ocampos, quienes se quedaron con todo lo obtenido y desaparecieron de la historia.
 
Ojeda terminó encarcelado en La Española y así permaneció dos años, acusado de exceder los límites territoriales y cometer fraude en la entrega del quinto real, hasta que su viejo amigo, el obispo Fonseca, consiguió su liberación y la exoneración de todos los cargos. Ello, unido a que el almirante genovés había fallecido dos años antes, permitió que en el verano de 1508 firmase una nueva capitulación con el rey Fernando -Isabel ya había muerto también- para otro viaje. No a Coquibacoa, gobernación que fue suprimida por la Corona, sino a Nueva Andalucía, la región oriental del territorio de Tierra Firme; la occidental era Veragua (actuales Nicaragua, Costa Rica y parte de Panamá), separada de la otra por el golfo de Urabá y asignada a Diego de Nicuesa.  

Primera página de la real cédula de asiento y capitulación firmada con Diego de Nicuesa y Alonso de Ojeda. Se conserva en el Archivo General de Indias (documento completo en PARES)
 
El tortuoso tercer viaje
Nicuesa se endeudó para organizar una gran expedición de siete naves y ochocientos hombres, pero Ojeda tuvo que conformarse con números más modestos, cuatro barcos pequeños y trescientos efectivos, que consiguió gracias a la incorporación al proyecto del bachiller y geógrafo Martín Fernández de Enciso, quien pidió a cambio ser nombrado alcalde mayor. Enciso residía en Santo Domingo desde que acompañó en 1504 a Nicolás de Ovando, así que el viaje empezó allí (en noviembre de 1509) porque, además, el destino estaba integrado en la Real Audiencia de la isla antillana. Otra vez se sumó Juan de la Cosa (a la sazón nombrado alguacil mayor de la nueva provincia), más un soldado que posteriormente entraría en la Historia por la puerta grande, Francisco Pizarro.
 
Una de las iniciativas más curiosas de Ojeda fue redactar una exhortación a los indígenas de Bahía del Calamar para que se sometieran a la Corona, so pena de obligarles a hacerlo por la fuerza; un antecedente de lo que, en 1512, el jurista Juan López de Palacios Rubios iba a formalizar como el obligatorio requerimiento de conquista. No era una acción baladí, ya que los indios de Nueva Andalucía mostraron ser muy belicosos y les tendieron una emboscada en Turbaco, en lo que hoy es Colombia, durante una razia esclavista de la que fingieron huir para rodear a los españoles. 
 
Las gobernaciones concedidas a Nicuesa y Ojeda (Historia del Nuevo Mundo)
 
Allí fue donde terminaron las aventuras de Juan de la Cosa, por entonces ya sesentón. Murió combatiendo junto a setenta de sus hombres mientras protegía la retirada de Ojeda, que a la postre fue de los pocos en salvarse junto a Pizarro y Diego de Ordás, otro personaje que trascendería como futuro capitán de Hernán Cortés en la conquista de México. La providencial llegada de Enciso con refuerzos y bastimentos le sirvió para tomarse una implacable venganza, dando Ojeda rienda suelta a su proverbial furor. Narra Las Casas:  
 
"...del grande miedo que tuvieron [los indios], de súbito salieron de sus casas huyendo, dellos con armas y dellos sin ellas, y no sabiendo por dónde andaban daban en el golpe de los españoles, que los desbarrigaban; huían de aquestos, y daban en los otros de la otra parte, que los despedazaban. Tornábanse a meter en las casas, y allí los españoles, poniendo fuego, vivos los quemaban".

 
A continuación navegaron juntos hasta la bahía del Calamar (Cartagena de Indias) y mientras Enciso ponía rumbo a Veragua para reaprovisionarse y volver, Ojeda siguió hasta el golfo de Urabá, donde a principios de 1510 construyó el fuerte de San Sebastián de Urabá, que no tardó en ser diezmado por los miasmas y los indios. Ocho meses más tarde, Pizarro quedaría al mando después de que una flecha envenenada hiriese en una pierna a su superior y éste, que sobrevivió gracias a que cauterizó la herida con un hierro al rojo, zarpara en busca de Enciso.
 
La muerte de Juan de la Cosa, por Frederick Whymper (Wikimedia Commons)
 
Como ninguno de los dos regresaba, el futuro conquistador de Perú resolvió abandonar el fortín dejando una pequeña guarnición que sería evacuada también, cuando finalmente apareció Enciso (con el que iba un polizón llamado Vasco Núñez de Balboa, que al año siguiente fundaría Santa María la Antigua del Darién y en 1513 atravesaría el istmo panameño descubriendo el Mar del Sur, es decir, el océano Pacífico). La razón de que el gobernador no retornara se debió a una jugada del destino.
 
Había aprovechado la llegada de un bergantín para embarcarse, sin imaginar que su capitán, Bernardino de Talavera, era un colono arruinado reconvertido en el primer pirata del Caribe conocido y que, enterado de la presencia de Ojeda en Urabá, acudió no a ayudarle sino al saqueo. Dado que no encontró nada que llevarse, en vez de robar se ofreció a llevarle como pasajero y en alta mar lo apresó como rehén para pedir un rescate. Por suerte para el conquense, naufragaron a causa de un huracán y los supervivientes que lograron alcanzar la costa sur de Cuba, que todavía no había sido conquistada, tras sufrir hambre y enfermedades, fueron amparados por la tribu del cacique Cacicaná. 
 
Los viajes capitaneados por Alonso de Ojeda (Taichi en Wikimedia Commons)
 
Desde allí, envió a Diego de Ordás en una épica travesía en canoa a pedir ayuda a Jamaica, isla concedida por la corona a él y a Nicuesa como base. Dicha concesión había indignado a Diego Colón, el hijo de Cristóbal y nuevo virrey, que consideraba que Jamaica quedaba en su jurisdicción, por lo que ordenó su conquista a Juan de Esquivel. Irónicamente, fue el lugarteniente de éste quien acudió a recoger a Ojeda: Pánfilo de Narváez, otro personaje que haría historia por sus exploraciones en la Florida y por la derrota que sufriría ante Cortés. Él  salvó a los náufragos y los dejó en La Española, a donde no tardó en llegar la noticia de la evacuación de Urabá; mientras tanto, los piratas fueron ahorcados. 
 
Es interesante señalar que Ordás, tras la conquista de México, volvería a Venezuela: en 1530 tomaría posesión del territorio fronterizo al de los Welser (los banqueros germanos a los que Carlos V había cedido la explotación de ese territorio como compensación por sus deudas), fundando San Miguel de Paria. Sería su punto de partida para remontar el Orinoco en busca de El Dorado; una desastrosa expedición que le llevó a ser juzgado, destino común al de casi todos los conquistadores, si bien pereció en 1532 durante la singladura de vuelta a España.
 
Francisco Pizarro (retrato de Amable Paul Cotan en Wikimedia Commons) y Diego de Ordás (grabado de Antonio de Herrera en Wikimedia Commons)
 
El final
Agotado y desmoralizado, Alonso de Ojeda, que ya no tenía gobernación, ocupó su vida en otros menesteres. Antes que nada, mandó construir una ermita en Cueybá, donde estaba el poblado de Cacicaná, cumpliendo la promesa que hizo a una imagen de la Virgen de la que no se separaba desde que dejó España en 1493 y que le había otorgado el consecuente apodo de caballero de la Virgen. Luego contrajo matrimonio con una indígena llamada Guaricha -rebautizada Isabel-, que le dio tres hijos. 
 
Aún estaba casado cuando finalmente tomó los hábitos franciscanos en el monasterio de San Francisco, construido por Ovando en Santo Domingo. Falleció como fraile y pidió ser inhumado en la puerta, para que todos pisasen su tumba como redención de sus pecados, algo típico del espíritu hispano de la época y de lo que hay más ejemplos. Sobre el enterramiento apareció muerta su viuda unos días después, siendo sepultada junto a él. 
 
Isabel yaciendo sobre la tumba de Alonso de Ojeda, estatua ubicada en Maracaibo (Rjcastillo en Wikimedia Commons)
 
Era el año 1515 y no podía imaginar que todavía haría un ultimo y postrero viaje: sus restos mortales fueron exhumados en 1963 y trasladados a Ciudad Ojeda, una urbe fundada por el presidente venezolano Eleazar López Contreras en 1936 frente al lago Maracaibo y bautizada con ese nombre en honor a su descubridor. El juicio de Las Casas sobre él fue duro: "Si no hubiese nacido, el mundo nada hubiere perdido". Hugh Thomas matizó: "Era un hombre indomable y el primer aventurero de verdad que empezó a navegar por el Nuevo Mundo".

BIBLIOGRAFÍA:
-DE LAS CASAS, Bartolomé: Historia de las Indias.
-MÁRTIR DE ANGLERÍA, Pedro: Décadas de Orbe Novo.
-FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín: Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV.
-THOMAS, Hugh: El imperio español. De Colón a Magallanes
-MAÑUECO BARANDA, Tello: Diccionario del Nuevo Mundo. Todos los conquistadores.
-VOLTES, Pedro: Cristóbal Colón.
-FERNÁNDEZ-ARMESTO, Felipe: Colón.
-PASTOR, Beatriz: El segundo descubrimiento. La Conquista de América contada por sus coetáneos (1492-1589).
-MIRA CABALLOS, Esteban: Alonso de Ojeda (en Diccionario Biográfico de la RAH, Real academia de la Historia).
 
Imagen de cabecera: Alonso de Ojeda visto por Augusto Ferrer-Dalmau.

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