Inicio y evolución de la esclavitud indígena en la América española
Carimbar es un verbo portugués que significa estampar y de ahí deriva el participio carimbado, que, obviamente, se traduce como estampado o sellado. Por tanto, se puede deducir lo que sería un carimbo. Ahora bien, hace cinco siglos esa palabra también se usaba en castellano; lo malo es que lo hacía en un contexto más específico y penoso: entonces, carimbar era marcar a fuego a los esclavos en América y el carimbo era el instrumento de hierro que se calentaba al rojo para ello.
La reina Isabel retratada por Juan de Flandes hacia 1500 (Wikimedia Commons) |
En un primer momento y mediante Real Cédula dictada en 1495, había autorizado la venta del primer lote en Andalucía, unos 300 indios (en realidad 500 pero casi la mitad murieron durante el viaje) capturados por el almirante como "buena presa" (rebeldes en armas). Pero cuatro cuatro días después dio marcha atrás para dar tiempo a debatir sobre la licitud moral de esa operación, si bien los indios terminaron vendidos de todas formas, muriendo la mayoría en poco tiempo debido a su inadaptación al cambio de clima y las enfermedades consecuentes.
En 1500 se prohibió esclavizar más indígenas, salvo los que se rebelasen, estableciéndose una excepciones que, a partir de 1503, autorizaban la captura de caribes, por su canibalismo y su ferocidad insumisa a la corona. Como el concepto de guerra justa era el que definía el derecho a hacer cautivos, se instituyó el requerimiento, una exhortación a someterse a la corona que se debía leer a los indios para que aceptaran al Dios verdadero y la autoridad castellana, so pena de la consiguiente guerra y esclavización. Aunque ese ceremonial debía oficiarlo un sacerdote y registrarlo un notario, es lógico deducir que eran pocas tribus las que aceptaban de buen grado la imposición de unos forasteros y, por tanto, el negocio siguió adelante.
Visión artística de la llegada de Colón a América |
El meritorio esfuerzo de los monarcas resultó baldío, pues el requerimiento provocaba el efecto contrario. Los adelantados y exploradores supieron aprovecharlo para compensar aquellos viajes que no resultaban suficientemente rentables; al fin y al cabo, nadie tenía muy clara la diferencia entre un caribe y otro indio, igual que nadie podía saber a este lado del Atlántico las circunstancias en las que se le había capturado. La mayor parte de las expediciones que se hicieron en esa primera etapa por las costas americanas (especialmente la de las Perlas, actual Cumaná, Venezuela, y la de Nicaragua, de donde se calcula que se sacaron unos 200.000 esclavos) solían regresar con cargamento humano; eran las llamadas armadas de rescate o vendimias, equivalentes a las cabalgadas del norte de África, que se amparaban en eufemísticas operaciones "de pacificación" y resultaban más productivas que las de descubrimiento.
Así, Nicolás de Ovando estableció una auténtica trata acudiendo a las islas Lucayas (actuales Bahamas, consideradas islas "inútiles") a por mano de obra para sustituir a la prácticamente extinguida en La Española; Alonso de Ojeda trajo a España 222 indios para vender en Cádiz; Vicente Yáñez Pinzón se llevó más de una treintena de la boca del Amazonas, la misma a donde también fue a cazar hombres Diego de Lepe; Juan de la Cosa hizo unos 700 esclavos en la actual Cartagena de Indias, etc. Resulta casi ridículo el caso de Cristóbal Guerra, que tras una incursión esclavista por Isla Margarita, se consideró que había vulnerado la ley, por lo que fue detenido y condenado a restituir a los indios a su tierra, tal cual se había obligado hacer en 1490 a Beatriz de Bobadilla con los guanches que apresó y vendió.
Encuentro entre españoles e indios visto por Theodor de Bry (Wikimedia Commons) |
Retrato del rey Fernando por Michel Sittow (Wikimedia Commons) |
La herramienta para hacerlo se conocería luego con el nombre de hierro de rescate y, como explica el documento, normalmente se aplicaba en una pierna, aunque no faltaban casos en que la marca a fuego quedaba estampada en el rostro, primero con la F de Fernando y luego con una G alusiva a su condición de prisionero de guerra. En El celoso extremeño, una de las Novelas ejemplares de Cervantes, se puede leer que el protagonista "compró asimismo cuatro esclavas blancas, y herrólas en el rostro..." A veces se usaba otra letra en vez de la G, según se lee en el escrito del rey católico a Juan Ponce de León, gobernador de Puerto Rico, en 1512: "Tengoos en servicio lo que habéis trabajado en la pacificación, y lo de haber herrado con una F la frente a los indios tomados en guerra, haciéndolos esclavos, vendiéndolos al que más dió y separando el quinto para nos". Respecto al herraje en la frente, no debe resultar extraño puesto que se hacía lo mismo con los defraudadores de impuestos y más tarde, en 1563, los procuradores de las Cortes llegaron a solicitar a Carlos V que se marcase con una L a los ladrones menores de 20 años (el rey lo rechazó, por cierto).
Por otra parte es significativo que la corona, como vemos, se reservaba el quinto real, un 20% de lo que producían las Indias, también en mercancía humana. Y eso que después concedió a Puerto Rico y La Española la exención de ese impuesto, lo que llevó a las autoridades de Cuba a solicitar la misma gracia; se les remitió a los frailes Jerónimos, a quienes se había dado poderes para tratar ese tipo de cuestiones relacionadas con la libertad de los indios. Conviene señalar, al respecto, que en España los principales propietarios de esclavos eran, por este orden, la Iglesia (que no los solía adquirir por compra sino por donación), la corona y la nobleza.
Las Antillas en un mapa del siglo XVI (Dorieo en Wikimedia Commons) |
Paralelamente a todo esto se iniciaron en Castilla los primeros debates sobre el tema a raíz de las duras prédicas de Fray Antonio de Montesinos, quien en agosto de 1512 entregó al Consejo del Reino la primera relación de agravios cometidos contra los indios. Empezó entonces una controversia que cristalizó el 27 de diciembre en la promulgación de las Leyes de Burgos, que estipulaban un trato a los indios acorde a su condición de seres libres. Eso no impedía que continuara la caza; en 1517, por ejemplo, Gaspar de Espinosa viajó de Acla a la península de Azuero (en Castilla del Oro, actual Panamá), capturando dos millares de esclavos destinados al mercado de Santo Domingo, aparte de hacer un rico botín de 80.000 pesos de oro (su segundo en el mando en esa expedición fue Francisco Pizarro, que forjó su experiencia en las citadas armadas de rescate).
Fue el caso de México, donde muchos derrotados tuvieron ese final, especialmente tras la dura campaña de Tepeaca; por ejemplo, Hernán Cortés destinó a 3.000 de los esclavos que hizo allí a las minas (en 1548 serían liberados por una Real Cédula) y a otros los vendió en Tlaxcala, del mismo modo que Pedro de Alvarado llevó consigo una cantidad similar como porteadores en la conquista de Guatemala. Ya antes, en 1517, Diego Velázquez de Cuéllar, gobernador de Cuba, había pagado de su bolsillo uno de los barcos de la expedición al Yucatán que encargó a Hernández de Córdoba, con la condición de que hiciera una escala en la isla Guanaja (en la actual Honduras) para hacer esclavos y asegurar así la amortización segura de una parte del importe; así lo cuenta Bernal Díaz del Castillo. En Perú ocurrió otro tanto: entre 1525 y 1526, Pizarro y Almagro enviaron esclavos a Panamá por valor de 44.160 maravedíes; asimismo, hicieron varios miles en Cajamarca (muchos de ellos, irónicamente, partidarios de Huáscar que habían sido esclavizados por Atahualpa) y el segundo, además, esclavizaría a los pueblos de Copiapó (norte de Chile) por resistírsele.
La conquista de Tenochtitlán en una pintura anónima del siglo XVII (Wikimedia Commons) |
Herraje de un esclavo |
El emperador Carlos V hacia 1532, en un retrato de Christoph Amberger (Wikimedia commons) |
Flotando siempre en el ambiente la temida revuelta, contra la que la corona no tenía tropas permanentes en ultramar, en 1534 se revocó lo decidido anteriormente. La esclavitud indígena todavía tenía siglos por delante y, por ejemplo, los registros notariales de México revelan que entre 1536 y 1538 se llevaron a cabo 809 ventas de esclavos indios, de los que la inmensa mayoría, 805, estaban destinados a las minas
Reconstrucción escultórica de un guerrero caribe (Peter d'Aprix en Wikimedia Commons) |
Pero en 1541 quedó prohibida a los españoles en América la compra de esclavos indios y la ley de 21 de mayo de 1542 ratificó esa proscripción, incluso en caso de guerra justa. En noviembre de ese mismo año se promulgaron las Leyes Nuevas que completaban y ampliaban a las Leyes de Burgos, evidenciando que éstas no habían dado el resultado esperado. Si bien la principal preocupación del nuevo corpus legislativo era impedir que las encomiendas se heredasen de padres a hijos y/o pasaran de unos propietarios a otros por compra, generando derechos adquiridos (con el consiguiente riesgo de concentración en pocas manos y la posibilidad de que surgiera alguien lo suficientemente poderoso como para caer en la tentación de autoproclamarse rey), también dedicaban apartados al trato a los indios y a la esclavitud, admitiendo en ésta como únicas excepciones a los caribes y alguna otra tribu especialmente belicosa; asimismo, las audiencias debían designar un procurador para que liberase a los indígenas esclavizados ilegalmente.
No obstante, en los territorios más alejados, como Chile o la zona septentrional de Nueva España, donde araucanos y chichimecas se resistían a la conquista de forma feroz, los esclavistas siguieron haciendo incursiones impunemente, aparte de los esclavos que importaban de regiones bajo control brasileño (pese a que los tres felipes dictaron legislación para impedir que los extranjeros ocuparan el lugar dejado por los españoles en ese negocio: reales cédulas de 1550, 1570, 1620 y 1631). Algo similar ocurrió en Filipinas, donde había un considerable tráfico esclavista de indios (procedentes de la India portuguesa), africanos y, sobre todo, chinos. Curiosamente, buena parte del contenido de ésas y otras instrucciones versaba sobre la parte del cuerpo en la que había que aplicar el carimbo, intentando combatir la costumbre de hacerlo en la cara.
Grabado de Theodor de Bry mostrando esclavos indios trabajando en una plantación de azúcar, 1596 (Pinterest) |
Eso sí, la cosa fue bajando paulatinamente y si en tiempos de Felipe II aún se registraron leyes sobre el asunto (la de 25 de enero de 1569 autorizaba a esclavizar caribes mayores de 14 años y la del 8 de febrero de 1588 otra vez prohibía a los españoles la compra de esclavos), en el reinado de su hijo se persiguió la costumbre de los colonos de transferirse esclavos (ley de 26 de mayo de 1609).
La última gran iniciativa jurídica fueron las leyes de 1662, 1663 y 1679, dictadas respectivamente por Mariana de Austria y Carlos II, que dejaron definitivamente la esclavitud convertida en un mal recuerdo... excepto para los negros, que tendrían que esperar a 1886. Pero ésa sería otra historia.
BIBLIOGRAFÍA:
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-DEL REY, Miguel y CANALES, Carlos: Esclavos. comercio humano en el Atlántico.
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-DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal: Historia verdadera de la conquista de Nueva España.
-KAMEN, Henry: Imperio.
-KONETZKE, Richard: América Latina. La época colonial.
-LUCENA SALMORAL, Manuel: El carimbo de los indios esclavos.
-LUCENA SALMORAL, Manuel: La caja de los horrores: castigos impuestos a los esclavos huidos y cimarrones de Indias (en Disidentes, heterodoxos y marginados en la Historia).
-MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Mª del Carmen y SOBALER SECO, Mª de los Ángeles: El Imperio Hispánico.
-MIRA CABALLOS, Esteban: Francisco Pizarro. Una nueva visión de la conquista del Perú.
-PIQUERAS, José Antonio: La esclavitud en las Españas. Un lazo transatlántico.
-SACO, José Antonio: Historia de la esclavitud.
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-THOMAS, Hugh: El Imperio Español. De Colón a Magallanes.
-THOMAS, Hugh: El Imperio Español de Carlos V.
-THOMAs, Hugh: El señor del mundo. Felipe II y su imperio.
Historia no recibida en los colegios, lo único que nos dictaba el profesor es que los conquistadores nos llenaron de fe cristiana
ResponderEliminarLa historia se debe de reescribir
Excelente información
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