Carta a Felipe II de un espía español prisionero de los otomanos (1560)
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Miguel de Herrera fue un veterano agente imperial enviado por Carlos V a Transilvania en el contexto de la conflictiva y compleja sucesión del reino de Hungría entre los Zapolya y los Habsburgo. Allí entabló amistad con un culto renegado polaco, un dragomán o lengua mayor (intérprete) que se convirtió en su contacto. Sin embargo, durante una visita a Constantinopla, el agente imperial húngaro le denunció ante las autoridades otomanas (al parecer pagado por Francia) y Herrera dio con sus huesos en la cárcel de Pera, cerca de la capital. Desde ésta, envió en 1560 una carta a Felipe II quejándose de que tras la muerte del emperador se habían olvidado de él (Carlos V falleció dos años antes), por lo que le solicita ayuda ofreciéndole al rey sus servicios como espía y rescatador de cautivos, que podían ser necesarios ante la cantidad de presos españoles e italianos llevados a la ciudad tras el desastre sufrido en la isla tunecina de Los Gelves o Yerba. Incluso explica las,