La ejecución de María, reina de Escocia

 


"Hay, entre los reyes, nombres predestinados al infortunio (...) En Escocia ese nombre es Estuardo" dejó escrito Alejandro Dumas. Lo hizo al comienzo de María Estuardo, la novela que dedicó a la mujer homónima que consideraba el mejor exponente de esa frase; "la predilecta de la adversidad". El 8 de febrero de 1587 era ejecutada en el castillo inglés de Fotheringay María I, que había sido reina consorte de Francia de 1559 a 1560 y de Escocia entre 1542 y 1567. La orden de su muerte la firmó Isabel I, soberana de Inglaterra y tía suya, acusándola de conspiración para asesinarla en colaboración con nobles católicos.
 
Nacida en el palacio de Linlithgow en 1542, era hija del matrimonio entre Jacobo V de Escocia y su segunda esposa, la francesa María de Guisa; por tanto, sobrina nieta de Enrique VIII. Se la proclamó reina a los seis días debido a la muerte de su progenitor, pero el trono quedó en manos de una regencia hasta que cumpliera la mayoría de edad. Los dos candidatos a ocuparla, el canciller y cardenal católico David Beaton, y el protestante conde de Arran -que más tarde se convirtió al catolicismo-, se alternaron en el poder. 
 
Retrato anónimo de Jacobo V y María de Guisa, padres de María (Wikimedia Commons)
 
Beaton quería continuar la política de alianza matrimonial con Francia, lo que suponía un doble problema: por un lado, chocaba con el Tratado de Greenwich, por el que Eduardo, el hijo de Enrique VIII, se casaría con María uniendo así sus reinos; por otro, el monarca inglés no estaba dispuesto a permitir una Escocia católica. Consecuentemente, la aún menor de edad María tuvo que ser puesta fuera de su alcance en tierra francesa, donde se procedió a coronarla en 1543, pese a tener poco más de un año.
 
María Estuardo en la corte francesa, obra de Gillor Saint-Èvre (Wikimedia Commons)
 
Escocia fue saqueada por tropas inglesas al mando del conde de Herford mientras los partidarios de María, necesitados de un aliado cuanto antes, pactaban su matrimonio con Francisco, el delfín francés; un enlace peculiar porque ella tenía cinco años y él tres -aunque el enlace no se formalizó hasta 1558-, pero que abría la puerta a la ayuda del rey galo Enrique II, por entonces fervoroso defensor del catolicismo (más tarde toleraría a los hugonotes y se aliaría con los calvinistas contra Carlos V). 
 
En su corte tuvo que instalarse la joven reina escocesa y allí permaneció casi década y media, convirtiéndose en una dama modelo que a su belleza (estropeada luego por la viruela) sumaba el hablar seis idiomas (español entre ellos), tocar varios instrumentos musicales, montar perfectamente a caballo... Era muy apreciada y entabló amistad con Isabel de Valois, futura esposa de Felipe II de España; en cambio, Catalina de Médici no la veía con buenos ojos.

Francisco y María retratados por Francçois Clouet en el libro de horas de Catalina de Médici (Wikimedia Commons)

En 1558, cuando falleció Enrique VIII, Francia y los católicos consideraron a María heredera legítima del trono inglés por encima de Isabel, lo que le hizo ganarse el recelo de ésta, que ordenó la ocupación de Escocia. Al año siguiente fue Enrique II el que murió y su hijo le tomó el relevo, con María como reina consorte. Finalmente, al complicarse la guerra escocesa, los franceses reconocieron a Isabel a cambio de que sus tropas abandonasen el país. Sin embargo, María se negó a aceptarlo y en 1560, al quedar viuda y sentirse incómoda con la regencia de Catalina de Médicis (mientras fuera menor el heredero, Carlos IX, hermano de Enrique), decidió volver a su tierra. 
 
Consciente de la división religiosa que había en éste -el Parlamento había votado el protestantismo como fe oficial-, intentó reinar para todos; algo que era más fácil de decir que de hacer y, a menudo, conlleva no contentar a nadie. Efectivamente, a pesar de que incorporó una mayoría de protestantes a su gobierno -probablemente no podía hacer otra cosa, al carecer de fuerza real-, eso, lejos de mejorar las cosas, las empeoró porque enervó a los católicos.
 
Despedida de Francia de María, reina de Escocia, por Robert Herdman. En realidad, María vistió luto blanco, color de las reinas viudas francesas, razón por la cual la apodaron la Reine Blanche (Wikimedia Commons)
 
Otro problema fue su segundo matrimonio, especialmente después de rechazar a Robert Dudley, conde de Leicester, candidato que le sugirió Isabel, por ser protestante, aunque él también se había negado. Tras varios candidatos fallidos, en 1565 terminó por enamorarse y casarse con el católico Enrique Estuardo, Lord Darnley. Al ser inglés y primo de Isabel, ésta se enfureció por no haber sido consultada; asimismo, los protestantes escoceses se rebelaron, aunque sin éxito. 
 
El reino quedó envuelto en una oleada de conspiraciones y asesinatos mientras María daba a luz a Jacobo, que más adelante reinaría sobre Escocia e Inglaterra con el nombre de Jacobo I y VI respectivamente. Sin embargo, Durnley resultó ser un hombre violento y soberbio, que no sólo aspiraba a recibir el mismo estatus que su esposa sino que la maltrataba y hasta participó en el asesinato de David Rizzio, el secretario de la reina, al sospechar que era el verdadero padre de Jacobo. 
 
El asesinato de David Rizzio, por Jean Lulves (Wikimedia Commons)

María fue apartándolo de la corte, donde se planteó la posibilidad del divorcio, aunque al final no hizo falta: en el invierno de 1567 apareció muerto en circunstancias tan poco claras, sin signos de violencia. Pese a que acababa de pasar una dura enfermedad -tenía viruela, posiblemente agravada con sífilis o porfiria-, la viuda quedó marcada como sospechosa de complicidad en el crimen junto a su mano derecha y presunto amante, James Hepburn, conde de Bothwell, al que había conocido el año anterior. 
 
De hecho, él fue investigado por el Parlamento, resultando absuelto y casándose con María esa primavera, menos de dos semanas después de divorciarse de su esposa, lo que suscitó la oposición de todos: los católicos, al considerarlo un matrimonio ilegítimo (por el divorcio y por haberse oficiado por el rito protestante) y los protestantes porque seguían considerando a Bothwell el asesino de Darnley.
 
Lord Darnley retratado por Adrian Vanson (Wikimedia Commons) y el conde de Bothwell en una pintura anónima (Wikimedia Commons)

 
La mitad de la nobleza se alzó en armas y el ejército fue incapaz de reprimir el movimiento. Bothwell acabó desterrado en Dinamarca y ella, que sufrió el aborto de los gemelos que esperaba, fue obligada a abdicar en Jacobo, pese a que el niño sólo tenía un año, ejerciendo el conde de Moray la regencia. Tras un fracasado intento de recobrar el poder, María cometió el error de buscar refugio junto a Isabel, creyendo que la ayudaría a recuperar el trono. 
 
En vez de eso, su tía aprovechó para recluirla a causa de unas cartas, quizá falsas (la mayoría de los originales no se conservan, por lo que un análisis caligráfico es imposible), que demostrarían su participación en la muerte de Lord Darnley. La sentencia del juicio se dilató deliberadamente durante años, ya que, entretanto, y tras una guerra civil, Escocia quedó en manos protestantes y la reina no necesitaba mancharse las manos. 
 
Carta encriptada de María a Babington junto al código para descifrarla. Los agentes ingleses conocían dicho código desde hacía años (Wikimedia Commons)
 
En realidad, en 1569 Isabel le ofreció devolverle su trono a cambio de que concediese garantías a la nueva fe, pero María se negó tercamente a negociar y, así, continuó privada de libertad durante década y media, decayendo su salud progresivamente por las enfermedades que sufría (reumatismo y porfiria) y las condiciones cada vez menos flexibles de su privación de libertad.
 
Y es que antes se había comprometido con Thomas Howard, duque de Norfolk y primo segundo de la reina, antiguo candidato a su mano, esperando recobrar la libertad, volver a reinar en Escocia y, además, ser nombrada sucesora al trono de Inglaterra, dado que Isabel parecía decantarse por la soltería y no tenía hijos. Para su sorpresa -esperaba su aprobación-, la soberana se lo tomó a mal y encarceló al duque. Una insurrección nobiliaria en la zona septentrional inglesa que preveía liberarla enturbió aún más la relación.

Thomas Howard, duque de Norfolk, retratado por Hans Eworth (Wikimedia Commons)
 
Finalmente, todo eclosionó por el fracaso de dos conjuras. La primera, el plan español de llevar a cabo una invasión de Inglaterra para derrocar a Isabel y casar a María con el recién liberado Norfolk o con Don Juan de Austria. Tuvo lugar en 1570, en la llamada Conspiración de Ridolfi (por el nombre del banquero florentino que la organizaba) y salió mal porque la trama fue descubierta; Guerau de Spes, el embajador español, acabó expulsado y el recalcitrante duque, ejecutado). 
 
La segunda consistió en un complot regicida urdido por nobles ingleses católicos en 1586, en el que María se vio involucrada, no estando claro si voluntariamente o cayendo ingenuamente en una trampa tendida por un agente doble infiltrado en la trama, Gilbert Gifford. La Conspiración de Babington, como se conoce a ese episodio, supuso la condena a muerte y descuartizamiento para los implicados.
 
María I recibe su sentencia de muerte, obra de Jean-Baptiste Vermay (Wikimedia Commons)

También María recibió la pena capital, en un juicio en el que no tuvo abogado, acusada de traición pese que ella era escocesa, no inglesa. Jacobo, que se veía reinando en un plazo razonable, poco pudo hacer por defender a su madre, que se presentó ante el verdugo vestida de rojo, el color de los mártires católicos. Bull, que así se llamaba el sayón, tuvo que decapitarla con dos golpes, al fallar el primero y darle en la espalda (en realidad, aún hubo de cortar los últimos tendones con el filo del hacha). Luego, al agarrar la cabeza para exhibirla, se le cayó porque tenía una peluca; María la usaba para simular el encanecimiento prematuro de su cabello. 
 
Isabel, indignada porque desobedecieron su orden de no ejecutarla inmediatamente (consideraba un peligroso precedente que un rey quitase la vida a otro), condenó al responsable a año y medio de prisión. Pero no respetó la última voluntad de su sobrina de ser enterrada en Francia; el sitio elegido para inhumar su cuerpo embalsamado fue la Catedral de Peterborough, con una ceremonia protestante. Sin embargo, en 1612, habiendo su hijo recibido la doble corona de Inglaterra y Escocia nueve años antes, ordenó el traslado a la Abadía de Westminster... justo enfrente de su tía (que falleció en 1603). Como decía la divisa de María, heredada de su madre: En ma fin gît mon commencement (En mi fin está mi principio).
 
Tras hacer testamento y redactar varias cartas, las últimas palabras escritas de María fueron en verso: este soneto conservado en la British Library y descubierto en 2021

 BIBLIOGRAFÍA: 
-ZWEIG, Stefan: María Estuardo. El trágico retrato de la última reina de Escocia.
-DUMAS, Alexandre: María Estuardo.
-FRASER, Antonia: Mary, Queen of Scots.
-HUNT, Alice y WITELOCK, Anna: Tudor Queenship. The reigns of Mary and Elizabeth.
-Anthony Babington (en www.tudorplace.com).
-The World of Mary, Queen of Scots (en Marie Stuart Society Website).

Imagen de cabecera: Ejecución de María I, obra de James Drongole Linton (Wikimedia Commons)


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