Las sustanciosas ganancias obtenidas en la primera vuelta al mundo

 

 

A veces las apariencias engañan y puede resultar inimaginable que unos marineros escuálidos, con más aspecto de muertos vivientes que de hombres, descendiendo de un barco desvencijado, sean ricos en potencia. Al servicio de Carlos V, el portugués Fernando de Magallanes inició su famoso viaje hacia las Molucas para abrir una ruta comercial de las especias asiáticas alternativa a la que circunnavegaba África -que era monopolio portugués- con una flota de cinco naos y un total de doscientos treinta y nueve hombres de once nacionalidades diferentes. Un gran dispositivo y nada común porque hasta entonces la Corona sólo se había implicado dos veces en la financiación de viajes trasnatlánticos: el primero de Colón en 1492 y el de Nicolás de Ovando de 1502. Poco a poco la expedición se fue viendo reducida al perder efectivos y desertar un barco, hasta que él mismo capitán terminó por perder también la vida en Filipinas a manos de los indígenas.

Le sucedió Juan Sebastián de Elcano, que fue quien tomó la decisión de regresar, una vez que llenó las bodegas de las dos únicas naves que quedaban, ya que para una tercera, la Concepción, no había suficiente tripulación y por eso mandó quemarla. No obstante, una de esas dos, la Trinidad, intentó volver por el Pacífico y, al no poder, fue capturada por los portugueses. Así que sólo quedó la Victoria, que tras mil vicisitudes arribó a España tres años más tarde de la partida. Primero, el 6 de septiembre de 1522, llegó a Sanlúcar de Barrameda; pero estaba en tan mal estado que hubo que remolcarla hasta Sevilla, donde echó el ancla un par de días después. 

Reseña de los emolumentos de Juan de Pegu (La Primera Vuelta al Mundo)
 

A bordo iban los dieciocho famélicos y enfermos supervivientes de la expedición, aunque en realidad eran veintuno, ya que no se suele contar a los tres indios de las Molucas que iban con ellos. De esos exóticos viajeros se habían embarcado trece, pero fueron falleciendo (Pigafetta reseña que sus cadáveres flotaban en la mar boca abajo, frente a los de los españoles, que los hacían boca arriba) y al final sólo quedaron dos (para ser exactos tres, aunque uno murió al poco de arribar a España). Su nombres eran Juan de Pegu y Manuel, a quienes se concedió el privilegio de formar parte de la comitiva que encabezó Elcano ante el emperador Carlos V. Por cierto, a todo ese conjunto habría que sumarles otros doce marineros que quedaron prisioneros en Cabo Verde y fueron rescatados posteriormente.

Entre los que bajaron al muelle sevillano de Las Muelas y procesionaron a las iglesias de Santa Maria de la Victoria y Santa María la Antigua -vistiendo mortajas y portando cirios encendidos- estaba Francisco Albo, natural de Quíos (una isla de mar Egeo que siglos después inmortalizaría Delacroix recreando una famosa masacre ocurrida allí). Era uno de los nueve griegos que se habían alistado en aquella cosmopolita expedición, en la que también figuraban veintiocho portugueses, veintisiete italianos (la mayoría genoveses), quince franceses, cinco flamencos, tres alemanes, dos irlandeses, un inglés, un malayo; el resto, españoles (todos castellanos salvo dos aragoneses).  

 

El desembarco de Elcano en Sevilla, por Elías Salaverria (anonymous en Wikimedia Commons)

Albo era era el piloto del barco, es decir, el encargado de trazar el rumbo y calcular la velocidad en función de las corrientes y los vientos, gracias a su conocimiento del uso de instrumentos como la brújula, el astrolabio o el compás, y de la cartografía náutica disponible, caso de mapas y portulanos. Por este piloto heleno conocemos bastante bien la ruta seguida por la expedición, al haberla dejado registrada con mucho detalle -apuntaba la latitud cada dos días- en su cuaderno de bitácora. Publicado con el título Derrotero del viaje de Magallanes desde el cabo de San Agustín en el Brasil, hasta el regreso a España de la nao Victoria, se conserva en el Archivo de Indias.

El documento adjunto a este artículo son los emolumentos que recibió por sus servicios, tal como estaba estipulado según la jerarquía de a bordo, que pagaba desde los 500 maravedíes de los pajes a los 3.000 de los maestres, aparte los 58.000 de Magallanes. Albo no sólo se llevó el salario de su oficio (que originalmente era el de contramaestre en la nao Trinidad), sino también el porcentaje correspondiente de los beneficios resultantes de la venta de la carga que trajo la Victoria, cuyo total ascendió a una cantidad astronómica para la época: 8.680.551 maravedíes (para esas fechas el maravedí aún no se había devaluado como lo haría luego). 

El pago realizado al piloto Francisco Albo (La Primera Vuelta al Mundo)
 

Dado que el coste de la expedición había sido de 8.334.335 maravedíes (6.454.209 aportados por la Corona con oro de las Indias a través de la Casa de Contratación, 1.880.126 por el mercader Cristóbal de Haro, futuro factor de los Fugger), la ganancia resultante, 346.216 maravedíes, constituye un buen ejemplo del valor que alcanzaban las especias y la explicación tanto al celo que aplicaba Portugal en proteger su ruta africana como el intento castellano de buscar otra propia. 

De hecho, el Arquivo Nacional Torre do Tombo de Portugal conserva una minuta (borrador) de la carta que el rey luso Juan III envió el 28 de septiembre de 1522 a Luis da Silveira, conde de Sortelha y valido real, para que reclamara al emperador Carlos V la entrega del cargamento especiero que había llevado a España la nao Victoria. 

Primeras páginas de la minuta de la carta del rey Juan III (Arquivo Nacional Torre do Tombo)

El monarca consideraba que, al estar el Maluco dentro de la demarcación que le había asignado el Tratado de Tordesillas, el barco español había comerciado ilegalmente y, por tanto, esa mercancía debía ser devuelta. La carta exigía, asimismo, "grandes castigos" para Elcano y su tripulación. En 1529 y para evitar problemas con el país vecino, Carlos V cedería a Juan III sus presuntos derechos a las Molucas -que no tenía, como se demostraría más tarde- por 350.000 ducados de oro.

Y es que, a pesar del desastre aparente de aquel viaje, la nao Victoria (que con sus ochenta y cinco toneladas de arqueo era el segundo barco más pequeño de la flota de Magallanes) trajo en su bodega unos 584 quintales (casi 60.000 kilogramos) de esos apreciados productos: fundamentalmente clavo, pero también canela, nuez moscada y sándalo. Imaginemos la cantidad que podría haber transportado la flota completa y el descomunal precio que hubiera adquirido. 

Fuimos los primeros (Augusto Ferrer-Dalmau)
 

La mercancía de aquella única nao fue comprada por los banqueros alemanes Welser y, como vimos, el dinero permitió amortizar sobradamente los gastos, así como recompensar a los marineros con bastante generosidad, con cargo a la cuarta parte del quinto real. Cabe añadir, como curiosidad, que al indio Juan de Pegu también le correspondió una recompensa, 15.750 maravedíes y, según el cronista Antonio de Herrera, se aseguró de que era el importe correcto porque estuvo preguntando a los comerciantes los precios de las especias.

Aparte del famoso escudo con la leyenda Primus circumdedisti me, que también recibieron tripulantes como el otro piloto griego Miguel de Rodas y el barbero Hernando de Bustamante (en 1527 se concedió, asimismo, a Gómez de Espinosa, capitán de la Trinidad) a Elcano se le otorgó una renta anual vitalicia de medio millar de ducados; nunca llegó a cobrarlos, lo que se sumó a algunos problemas que tuvo con la justicia por declarar más carga de la que realmente llevaba (luego se supo que no mentía sino que las especias se habían secado y la diferencia de peso correspondía al agua evaporada). De todos modos, no los hubiera disfrutado; incapaz de permanecer quieto, en 1525 se enroló como segundo en la expedición organizada por García Jofre de Loaysa para reclamar las Molucas y en ella murió.


Auto del pleito incoado por los familiares de Juan Sebastián Elcano con el fiscal real por el cobro de la pensión vitalicia concedida por el Emperador (Archivo General de Indias)


BIBLIOGRAFÍA: 

-ALBO, Francisco: Derrotero del viaje al Maluco (en La huella archivada del viaje y sus protagonistas. Documentos para el Quinto Centenario de la Primera Vuelta al Mundo. Transliteración de documentos originales a cargo de Cristóbal Bernal).

-THOMAS Hugh: El imperio español. De Colón a Magallanes.

-RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Agustín R: La primera vuelta al mundo.

-VAN DEN EYNDE, Juan: La primera vuelta al mundo. Los más temerarios exploradores y viajeros.

-ZWEIG, Stefan: Magallanes. La aventura más audaz de la Humanidad

-MAZÓN, Tomás: Elcano, viaje a la Historia.

-OBREGÓN, Mauricio: De los argonautas a los astronautas.

-La Primera Vuelta al Mundo.

Imagen de cabecera: la nao Victoria representada en el mapa de Abraham Ortelius, en 1590 (Wikimedia Commons)

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