Orden General nº 11 de 1863, la deportación que hizo perder su hogar a miles de sudistas durante la Guerra de Secesión

 

Explicaba en el artículo anterior que el número once dejó un feo recuerdo en la historia de la Guerra de Secesión y me remitía a dos casos, siendo el primero el de la orden con la que el general Ulysses S. Grant expulsó a los judíos de su distrito militar a finales de 1862, obligando al presidente Lincoln a revocarla por el escándalo que se formó. Pues bien, apenas ocho meses más tarde tuvo lugar el segundo caso, con otro protagonista pero el mismo nombre: la Orden General Nº 11, que esta vez obligaba a irse a los residentes de varias zonas rurales del oeste de Missouri, siendo la mayoría ciudadanos sudistas que tuvieron que abandonar sus granjas. No pudieron regresar hasta enero de 1864, siempre y cuando jurasen lealtad a la Unión.

Fue el general de brigada Thomas Ewing Jr. quien dictó la orden y no tomó esa grave decisión de forma unilateral y caprichosa, sino presionado por un entorno encendido. Cuatro días antes, el 21 de agosto de 1863, se había producido una auténtica conmoción en el bando nordista con la incursión que realizó la partida guerrillera de William Clarke Quantrill contra Lawrence, una ciudad de Kansas famosa por su abolicionismo, provocando una masacre: ciento ochenta y dos muertos, entre adultos y niños -muchos asesinados ante sus familiares-, que se completó con el saqueo y posterior incendio de casi dos centenares de casas. Aquel ensañamiento probablemente obedecía a la frustración de los asaltantes al habérseles escapado el objetivo principal de la operación, que era capturar o matar al senador James Henry Lane.
 
James Henry Lane (Wikimedia Commons)

 
Jim Lane, como se conocía a éste popularmente, era un abogado de Indiana con experiencia militar en la guerra contra México que defendía un ardiente abolicionismo. Tanto que, al estallar la contienda civil, formó en Kansas la  brigada que llevaba su nombre reclutando a un buen número de jayhawkers. Así se denominaba a los free staters, nombre derivado de su defensa de que Kansas fuera un estado libre de esclavitud y, por tanto, se adhiriese a la Unión; debido al color de sus polainas también se les llamaba Red Boots, "Botas Rojas" (los que asesinan a la familia de Josey Wales, el personaje de Clint Eastwood en la película El fuera de la ley). Se trataba de, guerrilleros que en el período prebélico se dedicaban a combatir a los border ruffians (forajidos fronterizos) proesclavistas, popularmente apodados bushwhackers ("los que golpean entre los arbustos").
 
Todo ello ocurrió en un contexto prebélico que ha pasado a la Historia como Bleeding Kansas ("Sangría de Kansas") o Bloody Kansas ("Kansas Sangrienta"). Llamada también Guerra de la Frontera por desarrollarse en las zonas limítrofes entre Kansas y Missouri, consistió en una serie de enfrentamientos armados propiciados por el fraude electoral y el reparto entre los free staters de "biblias de Beecher", eufemismo para referirse a fusiles que compraba otro abolicionista radical, el clérigo Henry Ward Beecher. Más de medio centenar de personas fallecieron en aquel episodio que se convirtió en todo un prólogo de la guerra, culminado en Virginia con el asalto del furibundo antiesclavista Joe Brown al arsenal de Harpers Ferry.
 
Mapa de EEUU poco antes de la Guerra de Secesión mostrando los estados esclavistas (en gris), los libres (en rojo), Kansas (en blanco) y territorios del Oeste (en verde) (Wikimedia Commons)
 
Volviendo al hilo principal, el mencionado William Quantrill, natural de Ohio, donde nació en 1837, era un maestro de escuela que optó por una vida al límite, reconvirtiéndose en tahúr y cuatrero. Perseguido por la Justicia, el estallido de la guerra le abrió una salida y se unió al ejército confederado, aunque su incapacidad para adaptarse a la disciplina militar le llevó a formar una partida de bushwhackers a los que se apodó los Quantrill's Raiders. Inicialmente sólo sumaban una docena de hombres practicando una lucha guerrillera que el bando enemigo no consideraba legítima y por ello les daba consideración de meros forajidos, aun cuando su jefe había sido nombrado capitán oficialmente; luego crecerían hasta casi medio millar de efectivos.
 
Con tanta gente, Quantrill ya se atrevió a misiones más audaces y fue cuando atacó Lawrence. Como vimos, el senador Lane pudo huir (corriendo en camisón a través de un maizal) y eso lo pagaron los desdichados ciudadanos de a pie con la referida matanza, que causó tal sensación en el Norte que se exigieron a Thomas Ewing medidas inmediatas para impedir que se repitiera. Los Quantrill's Raiders no podían ser atarapados porque tras su razia habían marchado a invernar en Texas (y allí se fragmentaría en bandas más pequeñas), pero la información que manejaba el ejército de la Unión era que recibían ayuda de la población rural. Concretamente la que vivía en cuatro condados de Missouri fronterizos con Kansas: Bates, Cass, Jackson y parte de Vernon, a quienes se acusaba de estar «activamente y comprometidos de todo corazón en alimentarlos, vestirlos y sostenerlos [a los bushwhackers sudistas]».
 
Grabado en madera que muestra a Willian Quantrill encabezando la Masacre de Lawrence (Wikimedia Commons)
 
Ewing, que estaba afectado porque varios de los fallecidos en Lawrence eran amigos suyos, decidió que tenía que cortar aquel colaboracionismo y redactó la Orden General nº 11, que articulada mediante cuatro duros puntos no sólo pretendía actuar contra los sospechosos vecinos de esos condados sino también contra los jayhawkers de su propio bando, que amenazaban con tomarse la justicia por su mano, como le demostró el senador Lane al reunir un millar de hombres con la intención de arrasar Westport, una ciudad esclavista de Missouri. Lane tuvo que renunciar a su plan cuando se le interpuso la caballería nordista y finalmente fue la Orden General nº 11 la que actuó contra la gente.

El primero de los mencionados puntos ordenaba la evacuación forzosa de los residentes de dichos condados. No especificaba que fueran del Sur o del Norte, aunque en la práctica casi todos se adscribían al primer grupo. Si juraban lealtad a la Unión el comandante del puesto más cercano les otorgaría un certificado permiténdoles instalarse en el distrito militar; de lo contrario, tendría que irse inexorablemente. El segundo punto ordenaba que, antes de marchar, debían entregar el grano y el heno almacenados en las estaciones militares. El tercero avisaba de que todos los oficiales debían ejecutar la orden y el cuarto derogaba una disposición sobre armas de una orden anterior.

El general Thomas Ewing Jr. (Wikimedia Commons)
 
Así, las reseñadas áreas de Bates, Cass, Jackson y parte de Vernon, con algunas excepciones cercanas a las ciudades, pasaron a ser devastadas por las tropas, cuya implacable actuación hizo que se aquel pasara a denominarse The burnt district ("el distrito quemado"); las chimeneas de ladrillo de las casas eran lo único que quedaba en pie tras los incendios y se ganaron el apelativo de Jennison's tombstones ("lápidas de Jennison", en alusión a Charles R. Jennison, alias Doc -era un médico reconvertido en cuatrero-, coronel de los jayhawkers). El general Ewing, que al contrario de lo que había pasado con Ulysses Grant el año anterior sí recibió la aprobación de Lincoln para proclamar la Orden General nº 11, quería limitar ese tipo de acciones y prohibió a las tropas regulares parcipar en ellas.
 
Sin embargo, la mayoría de los soldados eran voluntarios de Kansas (el Séptimo de Caballería de ese estado estaba al mando del reseñado Jennison) que consideraban rebeldes a los vecinos y, por tanto, pretendían tener derecho a confiscarles sus bienes. Consecuentemente, la depredación alcanzó grandes cotas y no se limitó a quemar casas y campos: se quedaban con la comida y el heno para los caballos, robaban lo que encontraban de valor, mataban al ganado a tiros o se lo quedaban e incluso asesinaron sumariamente a algún civil que les hizo frente, generalmente ancianos que se negaban a dejar su hogar. Unas veinticinco mil personas se vieron afectadas por aquella fiebre de violencia que las desposeyó de casi todo, entre ellas la madre del futuro presidente Harry S. Truman.
 
Vuelta a casa. Mural de la oficina de correos de Pleasant Hill (Missouri) realizado por Tom Lea (Wikimedia Commons)
 
La desolación abarcaba una enorme superficie de casi trescientos veinte mil kilómetros cuadrados que el pastor protestante resumió muy gráficamente: «A lo largo de kilómetros y kilómetros no veíamos más que chimeneas solitarias. Parecía un inmenso cementerio, ni un solo ser vivo que rompiera el silencio». Una típica consecuencia del juego de represalias mutuas, pues los bushwhackers no sólo habían protagonizado la Masacre de Lawrence sino que después llevarían a cabo otras como la de Centralia, en la que un ex-partisano de Quantrill llamado William T. Anderson, que destacó especialmente por su brutalidad en Lawrence, capturó un tren y asesinó a una veintena de soldados desarmados que viajaban en él, el mismo día que acababa con un centenar de milicianos enemigos en una emboscada, ganándose el mote de Bloody Bill.
 
La pregunta que empezaron a hacerse muchos era si aquello servía realmente para algo, habida cuenta que el ejército nordista debería bastarse para contener al confederado -quedó patente que no-, mientras que Quantrill estaba lejos y no parecía probable su regreso; de hecho, no lo hizo hasta 1965 y pasando a operar no a Kansas sino a Kentucky, donde murió de un disparo en una emboscada. Su legado, empero, fue recogido y ampliado por algunos de sus seguidores, de los que los más famosos fueron Tlos hermanos Cole y Jim Younger y, sobre todo, los también hermanos Jesse y Frank James, que siguieron actuando al terminar la guerra como venganza por la destrucción de sus propiedades y se convirtieron en héroes para los resentidos vecinos sureños expoliados (Frank había estado a las órdenes de Quantrill y tomado parte en la Masacre de Lawrence).  

El bushwhacker confederado Bloody Bill Anderson (Wikimedia Commons)
 
Para entonces, evidentemente, la Orden General nº 11 ya había sido derogada por el general Egbert Benson Brown, que en enero de 1864 sustituyó en el mando a un Ewing que, de todos modos, en noviembre del año anterior había dictado la Orden General nº 20, por la que suavizaba las medidas para que pudieran regresar quienes hubieran demostrado ser leales a la Unión; Brown añadió que un juramento de fidelidad bastaría para cualquiera, poniendo fin de esa manera a la situación. No obstante, las secuelas de aquel episodio iban a perdurar un tiempo. Jesse James, por ejemplo, continuó fuera de la ley, cometiendo robos y crímenes hasta que fue abatido en una fecha tan tardía como 1882.
 
A Ewing, el recuerdo de su controvertida orden le iba a pasar factura en 1879, cuando se presentó a las elecciones para gobernador de Ohio. Nacido en ese estado, al igual que Quantrill, había ejercido como abogado y juez antes de la guerra, en la que sobresalió tanto como ganarse el generalato sin tener experiencia. Al acabar la contienda fue ascendido a general de división, colgó el uniforme y retomó la abogacía, irónicamente defendiendo los intereses sureños y a algunos de los acusados del asesinato de Lincoln. Luego, aunque rechazó la oferta de ser Secretario de Guerra que le ofreció el presidente Andrew Johnson, fue elegido diputado por el Partido Demócrata.
 
Jessie y Frank James en 1872, diez años antes de la muerte del primero (Wikimedia Commons)
 
La derrota que sufrió en las gubernativas se achacó, acaso exageradamente, a la campaña en su contra que desató George Caleb Bingham. Este artista, virginiano pero unionista -fue capitán en la batalla de Boonville- siempre se había manifestado radicalmente en contra de la Orden General nº 11, a la que definió como «un acto de poder puramente arbitrario, dirigido contra una población desarmada y población indefensa” que violaba “todo principio de justicia». Cabe decir que Bingham tenía un odio enfermizo hacia la gente de Kansas y, ejerciendo el cargo de tesorero del estado de Missouri mantuvo una entrevista con Ewing -al que también detestaba por diferencias políticas, pese a ser ambos demócratas- para que diera marcha atrás. El encuentro resultó totalmente infructuoso porque el segundo consideraba que la orden había dado resultado.
 
El pintor, que opinaba lo contrario -de hecho, las bandas partisanas se fueron sólo por la llegada del invierno-, le prometió que si persistía en aprobar la orden iniciaría una campaña de desprestigio contra él y no pararía hasta volver la imagen del general «infame con pluma y pincel». Y así fue. Bingham remitió un escrito a la prensa asegurando que la mayoría de las barbaridades registradas no habían sido responsabilidad de los bushwhackers sino de los jayhawkers, y que era Ewingl quien legitimaba a estos últimos. Además, pintó el cuadro que encabeza esta artículo, que le muestra supervisando a caballo la expulsión de una familia -uno de cuyos miembros ha sido asesinado- por los Red Boots. 
 
El general Egbert Benson Brown, que había combatido a las guerrillas confederadas, puso fin a la Orden General nº 11 (Wikimedia Commons)
 
Ewing dejó la política, volvió a las leyes y murió en 1896, pero ha pasado a la posteridad, aunque a buen seguro no como él hubiera querido. En eso salió perdiendo ante el otro militar que también emitió una Orden General nº 11, Ulysses S. Grant, que sí consiguió una carrera política exitosa pese a que la suya fue igualmente polémica.

BIBLIOGRAFÍA: 

-CASTEL, Albert: Order Nº 11 and the Civil War on the Border.
-HUGUET, Montserrat: Breve historia de la Guerra Civil de los EEUU.
-PETERSEN, Paul R: Quantrill at Lawrence. The untold story.
-SHUTERLAND, Daniel E: American Civil War guerrillas. Changing the rules of warfare.
-NICHOLS, Bruce: Guerrilla warfare in Civil War-Missouri, Volume II, 1963.
-GILMORE, Donald L: American Civil War an Official History: The Kansas “Red Legs” as Missouri’s Dark Underbelly.
-CHEATHAM, Gary L: "Desperate characters". The development and impact if the Confederate guerrillas in Kansas.
 
Imagen de cabecera: Orden General Nº 11, obra de George Caleb Bingham (Wikimedia Commons)

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