Los Reyes Católicos ordenan quemar todos los libros musulmanes (1501)

 


Ésta que vemos en la imagen inferior es una copia simple del documento por el que en 1501, recuperando una iniciativa del cardenal Cisneros del año anterior, los Reyes Católicos ordenaron quemar todos los ejemplares del Corán que se encontrasen en el Reino de Granada, al igual que cualquier otro libro relacionado con la "secta mahomética", incluyendo obras de historia, literatura, poesía y ciencia. 
 
El documento se conserva en el Archivo Histórico Nacional
 
El cardenal sólo había salvado los de medicina porque ésta, junto con la judía, era más avanzada que la cristiana al haber aunado desde el Medievo la clásica griega y romana con sus propios aportes, especialmente en anatomía, cirugía y fisiología (Al Kindi, Al Razi, Abulcasis, Avicena, Avenzoar...). De hecho, tanto los cortesanos como la propia reina tenían entre sus médicos a algunos de esas religiones o conversos, caso del mudéjar Ibrahim Xarafí o los hebreos Mein ben Salomón Alguadez (y su hijo Alonso Chirino), Juan de Ribas Altas, Lorenzo Badoz y Julián Gutiérrez de Toledo, entre otros; aún faltaban unos años para la brillante generación de anatomistas españoles
 
Gracias a dicha excepcionalidad, esas obras fueron trasladadas a salvo a la Universidad de Alcalá de Henares, recién fundada por Cisneros: el famoso Canon de Avicena, el Kitab al-Tasrif (conocido en Occidente como "Concessio ei data quicomponere haud valet") de Abulcasis, la Risala fil Tibb ("Tratado de medicina") de Ibn al-Jatib, el Kitab al-Jami Limufradat al Adwiya wal aghdhiya ("Libro recopilatorio de medicinas y alimentos simples") de Ibn al-Baitar... Por lo demás, se calcula que arderían unos cinco mil volúmenes, si atendemos al testimonio de un contemporáneo, el escribano Juan de Vallejo, que fue buen amigo y biógrafo del cardenal.
 
Retrato del cardenal Cisneros por el artista decimonónico Matías Moreno (dominio público en Wikimedia Commons)
 
Las Capitulaciones de Granada, firmadas en noviembre de 1491 entre los monarcas y el sultán Boabdil, por las que éste renunciaba a la soberanía sobre el reino nazarí a cambio de que aquellos se comprometieran a respetar una serie de condiciones sobre el trato que debían recibir los musulmanes, se habían cumplido razonablemente durante ocho años.
 
Incluían, entre otras cosas, la promesa de no obligarlos a convertirse al cristianismo, regirse por sus leyes -aunque en los juicios debía haber un cadí y un juez cristiano-, comerciar sin cobrarles portazgos, eximirles de impuestos nuevos, autorizarles a llevar armas blancas, darles libertad para moverse sin incautarles sus propiedades, evitarles el uso de distintivos en la ropa como el que debían llevar los judíos y, en general, permitirles conservar sus costumbres.
 
La rendición de Granada, cuadro de Francisco Pradilla y ortiz (dominio público en Wikimedia Commons)

Pero en 1499 el cardenal Cisneros recibió el encargo de agilizar la evangelización de los granadinos no cristianos, que hasta entonces desarrollaba Hernando de Talavera con cierta calma con el fin de facilitar la comprensión de la doctrina y asegurar conversiones sinceras. Para ello, Cisneros decidió incumplir ese compromiso real dictaminando una serie de medidas que indignaron a la población islámica y provocaron la rebelión del barrio del Albaicín. 
 
Eso rompió definitivamente el statu quo pactado. En 1501, la Corona decretó la conversión forzosa sin ni siquiera dar la opción de salir del reino a quien no quisiera, desatándose una proscripción total sobre todo lo referente al modo de vida islámico -ropa, costumbres, tradiciones, etc- que se plasmó en 1516 en forma de Pragmática.
 
Aspecto que tenía aún en 1830 la plaza granadina de Bib-Rambla, antaño Puerta del Arenal, donde se llevó a cabo la destrucción de los libros. Grabado de David Roberts (dominio público en Wikimedia Commons)
 
Carlos V levantó la mano en su aplicación porque la comunidad musulmana aceptó colaborar económicamente con él, siempre necesitado de dinero, de modo que durante su reinado hubo un período de tranquilidad. Se rompería de nuevo en tiempos de Felipe II, cuando se reactivaron las prohibiciones y se sumaron otras (idioma, música...), originando la Rebelión de las Alpujarras de 1568 y enconando el problema hasta que Felipe III ordenó la expulsión definitiva.
 
La destrucción de los documentos musulmanes se vivió como una tragedia ya en su tiempo y no sólo entre los de su fe. Se cree que la quema de los manuscritos de Grisóstomo, que Cervantes narra en el capítulo XIII del Quijote, está basada en lo ocurrido en Granada y uno de los personajes lo define como "fuera de todo razonable discurso"
 
La quema de códices e ídolos mayas por Diego de Landa en el auto de fe de Maní
 
Es posible que la acción de Cisneros inspirase la de otro franciscano, Diego de Landa (al fin y al cabo formado en su mismo monasterio, el toledano de San Juan de los Reyes), para destruir una treintena de códices mayas -entre cientos de otras piezas diversas- durante el auto de fe que organizó en Maní (Yucatán) en 1562.

BIBLIOGRAFÍA:
-CERVANTES, Miguel de: Don Quijote de la Mancha.
-EISENBERG, Daniel: Cisneros y la quema de los manuscritos granadinos.
-QUESADA MORILLAS, Yolanda: Los moriscos del Reino de Granada: su expulsión y el Consejo de Población.
-VALLEJO, Juan de: Memorial de la vida de Fray Francisco Jiménez de Cisneros.
-VILLAGRA, Mabel: Los médicos de la reina Isabel y doña Juana (en Historia y Arabismo).

Imagen de cabecera: Santo Domingo y los albigenses, por Pedro de Berruguete (dominio público en Wikimedia Commons)

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