La brillante generación de anatomistas españoles del Renacimiento


La historia del estudio de la anatomía humana fue una difícil carrera de obstáculos con períodos en los que se daban pasos adelante y otros en los que se retrocedía, si bien todo resultaba un tanto irregular porque dependía de la autoridad de cada sitio y del momento. No obstante, hay que desterrar la idea generalizada de que diseccionar cadáveres estaba comúnmente perseguido porque hay numerosos ejemplos documentales de que se autorizaba a hacerlo, incluso en épocas tradicionalmente de mala reputación como la Edad Media

Es el caso de la famosa Escuela Salernitana, a la que se pasó de autorizarle una disección cada cinco años en el siglo XIV -en sustitución de la de cadáveres de cerdos, considerados anatómicamente similares al ser humano-  a poder realizar una o dos anuales en la centuria siguiente. O Mondino de Luzzi, que hacía disecciones públicas en Bolonia en 1315. Cierto es que el territorio italiano era más abierto en ese sentido y la veneciana Universidad de Padua fue la primera en disponer de un anfiteatro específico para anatomía en 1490 (sería permanente a partir de 1584).


Estudio de un embrión humano por Leonardo da Vinci
En otros lugares solía resultar necesario acreditar la condición científica de los interesados y ahí está Leonardo da Vinci, del que se sabe que llegó a practicar una treintena de disecciones sin problemas (y las ilustró profusamente, siguiendo el ejemplo iniciado por Jacopo Berengario de Carpi). Aunque otras veces era al revés y, por ejemplo, en el año 1230, el emperador Federico Guillermo II supeditó la licencia para ejercer la medicina a haber estudiado un mínimo de un año de anatomía sobre cuerpos auténticos.

En España, la noticia más antigua al respecto es la disección de cadáveres que se llevaba a cabo desde 1322 en el Monasterio de Guadalupe -de aquella todavía era un simple priorato-, donde los monjes contaban con un privilegio para poder practicar autopsias a los peregrinos que fallecían en el cenobio y averiguar la causa del óbito. Unas décadas después, en 1391, el rey Juan II de Aragón concedió otro privilegio a la Universidad de Lérida para que pudiera recibir y analizar los cadáveres de reos ejecutados. Y saltando un siglo, el rey Fernando, esposo de Isabel, también otorgó un privilegio en 1488 a los médicos de Zaragoza en ese sentido.

Así se llegó al Renacimiento, que fue el período en el que la anatomía dio un gran paso adelante de la mano de Andreas Vesalio, un germano nacido en Flandes, hijo del boticario del emperador Maximiliano, que estudió en Lovaina y París antes de entrar al servicio de la corona española, primero con Carlos I y luego con su sucesor, naturalizándose y convirtiéndose en médico imperial. Si bien algunos colegas le despreciaban, al considerarle un simple barbero, Vesalio fue distinguido por Felipe II con el título de conde palatino e incluso intentó curar a su vástago loco, el príncipe Carlos, practicándole una trepanación. De todo ello se deduce que la peregrinación a Tierra Santa que emprendió en 1564 no estaba motivada por un enfrentamiento con el monarca o la persecución de la Inquisición, presuntamente, por haber iniciado la disección del cuerpo de una aristócrata que aún vivía-; no sería más que un caso curioso de la clásica Leyenda Negra, pues el rumor nació de Hubert Languet, médico de Carlos V que luego se puso al servicio de Guillermo de Orange.


Portada de De humani corporis fabrica
Lo realmente importante de Vesalio fue su labor como anatomista, pues al basar sus conocimientos en la observación directa de cuerpos humanos pudo refutar los muchos errores que tenía Galeno, que sólo había podido abrir monos, describiendo todo con bastante más detalle e incluso descubriendo órganos ignotos. Había hecho su primera disección en 1537, nada más graduarse, con la particularidad de que se trató de una didáctica demostración pública. Ello impresionó tanto a las autoridades venecianas que le dieron la cátedra de anatomía y cirugía de la Universidad de Padua, facilitándole cadáveres de asesinos ajusticiados para sus prácticas.

Los conocimientos de Vesalio se plasmaron en una obra titulada De humani corporis fabrica, editada en Basilea en siete volúmenes y dedicada al emperador Carlos V, que luego reeditó en versión reducida para los estudiantes, siendo esta vez Felipe, el heredero del trono, el destinatario de la dedicatoria. Fabrica, como se conocía al libro popularmente, contó con la ayuda de varios artistas para las ilustraciones y tuvo una influencia enorme en su tiempo, hasta el punto de que casi todo lo que se escribió entonces sobre el tema era deudor de lo publicado por Vesalio.

Buen ejemplo de ello fue el palentino Juan Valverde de Amusco, un graduado en Humanidades y Filosofía por la Universidad de Valladolid que en 1542 marchó a Italia precisamente para poder diseccionar cuerpos sin las limitaciones que había en España, tal cual habían hecho decenas de compatriotas, juntándose allí a lo largo de la primera mitad del siglo XVI una peculiar comunidad de médicos y científicos hispanos


Juan Valverde y dos láminas de su obra. La de la derecha está claramente inspirada en el autorretrato de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina

Ejerció su profesión en Roma labrándose un nombre pero su fama vino de la publicación en 1556 de La anatomía del cuerpo humano; todo un best seller de la época. Pese a tener ediciones en varios idiomas hasta el siglo XVIII, aquella primera fue en castellano porque estaba pensada para los cirujanos romancistas (los que no habían estudiado en la universidad pero obtenían su licencia tras ejercer cinco años). El libro incluía medio centenar de láminas copiadas -ligeramente mejoradas- de la Fabrica de Vesalio, a quien, por cierto, no le hizo ninguna gracia pese a figurar debidamente acreditado, acusando al otro de no haber hecho nunca una disección.


Francisco Vallés
Alumno de Vesalio fue Pedro Jimeno, un bachiller natural de Alcalá de Henares pero graduado en la Universidad de Valencia, a la que regresó tras su etapa italiana para hacerse cargo de la cátedra de anatomía y realizar disecciones ante los estudiantes. También escribió un libro sobre el tema, Dialogus de re medica, desarrollado de forma muy original: como indica su título, en forma de diálogo entre un médico y un ciudadano. Posteriormente pasó a la universidad de su localidad natal, donde tuvo dos discípulos aventajados.

Uno fue el burgalés Francisco Vallés, considerado máximo exponente de la medicina en la España del Renacimiento -le apodaban el Divino Vallés- por haber creado prácticamente la anatomía patológica. Sucedió a Vesalio como médico personal de Felipe II, quien le dio el título de Médico de Cámara y Protomédico General de los Reinos y Señoríos de Castilla (él instituyó el examen para el protomedicato) y le encargó la botica del Monasterio de El Escorial. Sus restos mortales se encontraron casualmente en 2011 durante unas obras de reforma de la Capillla del Colegio Mayor de San Ildefonso.

El otro fue Francisco Díaz de Alcalá, autor del primer tratado de urología y al que Cervantes dedicó un poema en La Galatea


De tí, el doctor Francisco Díaz, puedo
asegurar a estos mis pastores
que con seguro corazón y ledo,
pueden aventajarse en tus loores.
Y si en ellos agora to en corta quedo,
debiendo a tu ingenio los mayores,
es porque el tiempo es breve y no me atrevo
a poderte pagar lo que te debo.

El granadino Alfonso Rodríguez de Guevara, profesor del anterior, también fue médico de cámara real; en este caso de Catalina de Austria (la hija de Juana la Loca y Felipe el Hermoso), durante su etapa como reina consorte de Portugal, aunque procuró irse en cuanto pudo porque en ese país no se podían hacer disecciones humanas. Su vida resulta curiosa porque fue el primer anatomista de Castilla en impartir clases sobre un cadáver, pero tuvo problemas por descender de conversos y se cree que quizá tuvo que comprar su título. Además, como agente de Felipe II, acompañó al infortunado rey Don Sebastián en la Batalla de Alcázarquivir, sobreviviendo.

De su alumno Bernardino Montaña de Montserrate, barcelonés obviamente, apenas hay datos salvo que tenía la cátedra de Anatomía de la Universidad de Valladolid, que Carlos V le nombró su médico particular y que en 1551 escribió el primer tratado de anatomía en castellano, Libro de la anothomia del hombre, adelantándose un lustro a Juan Valverde de Amusco.


Portada y primera lámina del Libro de la anothomia del hombre, de Bernardino Montaña de Montserrate

Pedro Jimeno tuvo de colaborador al valenciano Luis Collado, otro ilustre anatomista que en 1576 fue designado protomédico y visitador del Reino de Valencia. Discípulo entusiasta de Vesalio, cuyas tesis defendió frente a los que seguían empeñados en seguir a Galeno, descubrió uno de los huesecillos del oído, el estribo.

Faltarían muchos médicos y cirujanos por reseñar, desde Luis Vasseo (Anatomia corporis humani) a Juan Sánchez Valdés de la Plata (Crónica e historia general del hombre), pasando por Luis Lobera de Ávila (que acompañó a Carlos V en la conquista de Túnez) y el celebérrimo Miguel Servet (cuyo Syruporun universa ratio ad Galieni censura diligenter exposita corregía la anatomía galénica, aunque la fama le vino por describir la circulación sanguínea pulmonar y por ser perseguido tanto por católicos como por calvinistas). Pero no hay sitio para todos y por eso me he limitado a los que se puede considerar más propiamente anatomistas (puesto que hay que señalar que a esa generación la siguió otra de prestigiosos cirujanos)


Miguel Servet murió en la hoguera, condenado por el Consejo de Ginebra, tras ser denunciado por Calvino

En cualquier caso, queda patente ese error tan extendido de que la España Moderna era yerma en ciencia; al menos en el siglo XVI, pues en el siglo siguiente sí puede apreciarse una decadencia debido en parte al aislacionismo que supuso la pragmática de Aranjuez de Felipe II en 1559 prohibiendo la salida de estudiantes y profesores a universidades extranjeras para evitar que se contagiasen del protestantismo, y en parte también al cambio de técnica pedagógica, que retornó a la teoría y al análisis bibliográfico en detrimento de la experimentación.


BIBLIOGRAFÍA:

-GARCÍA BARRIOS, Clara; MEJíAS RDRÍGUEZ, Idania; y CASTILLO DEL RÍO, Marieta: Origen e historia de la disección anatómica.
-GARCÍA JÁUREGUI, Carlos: La formación de la terminología anatómica en español (1493-1604).
-HERNANDEZ-MANSILLA, José Miguel: Juan Valverde de Amusco, a hombros de gigantes.
-MORENO-EGEA, Alfredo: Aportaciones de los anatomistas españoles del Renacimiento.
-Real Academia de la Historia, sección Biografías


Imagen de cabecera: Lección de anatomía del Dr. Willem van der Meer (Michiel Jansz van Mierevelt)

Comentarios

  1. Que bonito artículo. Yo no soy doctor sino dibujante y me interesa conocer a los que en otro momento fueron figuras importantes de anatomía. Hoy en día se habla mucho de dibujantes que enseñaban anatomía en universidades o escuelas, como George Bridgman, Beverly Hale, Loomis, Burne Hogarth etc… A mi me gustaría saber qué profesores de dibujo entendían de figura humana durante los siglos 19 y 20. ¿Usted me podría ayudar por favor? Cuando descubrí a Juan Valverde hace unos días, pensé seguro que hay más.

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    1. Gracias por el elogio. La verdad es que el tema de los dibujantes me resulta completamente desconocido.

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