Martín Cortés Zúñiga y Martín Cortés el Mestizo, los hijos más famosos de Hernán Cortés

Hernán Cortés tuvo once hijos con seis mujeres distintas: cuatro varones y siete mujeres. De los primeros, a dos les puso de nombre Martín en honor a su padre, Martín Cortés de Monroy. Uno, nacido en Cuernavaca en 1533, era legítimo y se convertiría en su heredero, pues lo tuvo con su segunda esposa, la noble soriana Juana Ramírez de Zúñiga, hija del conde de Aguilar de Inestrillas y sobrina del duque de Béjar, con la que el conquistador del imperio azteca se casó en 1529, durante el viaje que hizo a España para entrevistarse con Carlos V, teniendo ambos seis vástagos: Luis, Catalina, el citado Martín, María, otra Catalina y Juana (los dos primeros fallecieron nada más nacer). 

Pero diez años antes del nacimiento de Martín, Cortés tuvo otro hijo en Coyoacán con Malinalli (o Malinztin o doña Marina, más conocida hoy como Malinche, aquella india nahua que le sirvió como traductora y consejera), al que había bautizado con el mismo nombre. Nació hacia 1523 -la fecha exacta no es segura-, mientras su padre había vuelto a la vida conyugal con su primera esposa, Catalina Suárez, y se le conoce con el apodo de el Mestizo para diferenciarlo de su hermano menor, al que por la misma razón se le suele incorporar como segundo apellido el de su madre, Zúñiga y a veces se apoda el Criollo.

 

Cortés y la Malinche, fresco de José Clemente Orozco (Wikimedia Commons)

Fue éste el que en 1535, cuando sólo tenía dos años, fue nombrado beneficiario del instrumento de mayorazgo redactado por el conquistador en Colima. El orden sucesorio previsto en dicho ese documento daba preferencia a los varones sobre las hembras y los legítimos sobre los naturales, los cuales únicamente podrían heredar en caso de extinguirse el tronco legítimo. Una muestra del menosprecio social propio de la época, a pesar de que el comportamiento de Cortés en ese sentido era contradictorio. Por un lado, en 1530 escribió una carta a su agente en España, el licenciado y relator del Consejo Real Francisco Núñez, recriminándole que llevara tres meses sin darle noticias de su vástago bastardo, que estaba enfermo, diciéndole que "no le quiero menos que al que Dios me ha dado en la Marquesa". Pero, por otro, en 1544 le dice a Carlos V que no tiene "más que un hijo varón que me suceda, y aunque tengo la mujer moza para poder tener más, mi edad no sufre esperar mucho; y si no tuviese otro, y Dios dispusiera de éste sin dejar sucesión ¿qué me habría aprovechado lo adquirido?, pues sucediendo hijas, se pierde la memoria".

 

Carlos V y su hijo, Felipe II, por Antonio Arias Fernández (Wikimedia Commons)

El Martín primogénito, el natural, no se crió con su padre sino con un primo de éste, Juan Gutiérrez de Altamirano, su procurador en Nueva España (era licenciado en leyes) y más tarde con su hermanastro. Sin embargo, en 1528 y con apenas seis años de edad, acompañó a España a su progenitor junto a otros dos hijos ilegítimos que tuvo el conquistador: Catalina, que había nacido de la relación extramarital que mantuvo en Cuba con Leonor Pizarro (y a la que parecer ser que consideraba su hija predilecta) y Luis, al que Cortés tuvo con Antonia Hermosilla (también llamada Elvira), tras enviudar de Catalina Suárez. La razón del viaje -que estuvo a punto de acabar en tragedia al naufragar la nao que les llevaba- era que el recién nombrado marqués de Oaxaca quería solicitar para los dos varones la entrada en la orden de Santiago. Como los estatutos de ingreso eran muy rígidos, ese mismo año consiguió del papa Clemente VII una bula que concedía la legitimidad a los tres. El documento papal no sirvió de nada y la solicitud de ingreso fue denegada, aunque se admitiría en segunda instancia y, de este modo, Martín y Luis pudieron ser comendadores de Santiago.

Los dos martines pasaron unos años en España. El Mestizo, como vimos, desde niño, encomendado al mencionado Francisco Núñez -aunque su verdadero ayo fue Diego Pérez de Vargas-, sirviendo primero como paje de la emperatriz Isabel y después del príncipe Felipe (el futuro Felipe II). El heredero, a partir de su llegada en 1540, en un nuevo viaje de su padre (en el que también fue Luis). Los hermanastros asistieron, a veces juntos, a veces por separado o en compañía de su padre, a algunos de los eventos destacados del momento, desde la boda del citado príncipe Felipe con María de Portugal (1543) a la siguiente con María Tudor en Inglaterra (1554), pasando por la participación mutua- y de Luis- en la desastrosa campaña de Argel o la misma muerte del conquistador, que acaeció en 1547, mientras esperaba el final de su juicio de residencia después de cinco años. 

 

Algunos documentos del expediente de solicitud de ingreso de Martín Cortés el Mestizo en la Orden de Santiago (Archivo Histórico Nacional)

Cabe decir, como curiosidad, que un codicilo del testamento de Hernán Cortés, redactado por éste el mismo día de su óbito, desheredaba a Luis exigiendo que se le retiraran los mil ducados anuales que le había legado (otros tantos dejaba al Mestizo) por casarse con Guiomar Vázquez de Escobar, sobrina de su enemigo Bernardino Vázquez de Tapia (el hombre que le acusó de apropiarse de parte del quinto real, de la matanza de Cholula y de esclavizar indios, siendo responsable también de su encarcelamiento en Sevilla). Martín Cortés, por entonces un adolescente, fue el único vástago que asistió al sepelio (su tocayo acompañaba al príncipe Felipe en Monzón, donde se celebraban cortes) y le dedicó a su progenitor un emotivo epitafio:  

Padre cuya suerte impropiamente

aqueste bajo mundo poseía,

valor que nuestra edad enriquecía,

descansa ahora en paz eternamente.


El heredero aún permanecería tiempo en Europa; combatió en la batalla de San Quintín en 1557 (junto a su hermanastro homónimo) y en Flandes, pero también aprovechó para casarse en 1548 con su prima (y sobrina) Ana Ramírez de Arellano, con la que tuvo siete hijos: tres niños y cuatro niñas. En 1562 volvió a México para tomar posesión del marquesado del Valle de Oaxaca, siendo recibido con tensa frialdad por su madre, mujer temperamental calificada en su tiempo de "imperiosa y arrogante" por el humillante trato que dispensó a su hijastra Catalina, a la que engañó para que le cediera sus propiedades mexicanas e internó luego en un convento contra su voluntad.  Su relación misma con Cortés se había degradado y ahora pleiteó contra su propio hijo por la fabulosa herencia, acordando finalmente renunciar a ella a cambio de una renta de tres millones de maravedíes anuales más quinientos ducados de oro con la misma periodicidad a su hermano, fray Antonio de Zúñiga.

 

Escudo de armas del Marquesado del Valle de Oaxaca otorgado a Hernán Cortés por Carlos V en 1529 (HansenBCN en Wikimedia Commons)

Por contra, los demás notables del virreinato dispensaron a Martín una entusiástica acogida con la esperanza de que se erigiese en líder de las quejas que había contra las Leyes Nuevas decretadas por la Corona (que al pretender suprimir el carácter hereditario de las encomiendas pusieron en pie de guerra a buena parte de los encomenderos de América). Eso le llevó a caer en cierta soberbia que se impuso a su carácter vacilante, cayendo en la petulancia de firmar con un sello de igual tamaño que el del rey. No tardó en tener tener roces, primero con el virrey Luis de Velasco y después, tras la muerte de éste, con el visitador general; algo que se agravó en 1564 en el bautizo de su hijo menor, Pedro, al hacerse coronar simbólicamente. Eso y el hecho de que se le considerase cabeza de un movimiento de los encomenderos por la supresión de la figura del virrey, en favor de un gobernador y capitán general, fue aprovechado por sus enemigos para acusarle de tramar un plan para independizarse y crear su propio reino en ultramar; o que "muriera con corona", como había expuesto el escribano Diego de Ocaña al emperador años atrás, refiriéndose a Hernán Cortés cuando pasó a ser un personaje incómodo por el poder y riqueza que había acumulado.

Entretanto, tras varias campañas por Europa (aparte de San Quintín, Piamonte, Alemania...), también regresó el Mestizo, que fue bien recibido por su hermanastro y que en 1563 recibió del citado visitador general, Jerónimo de Valderrama, el cargo de alguacil mayor de México, que había de ejercer interinamente en tanto durase el juicio de residencia de su titular. Dos años más tarde, resultó implicado igualmente en la presunta rebelión junto a Luis y otros notables acusados (los Ávila, los Quesada, Bocanegra...), y todos terminaron condenados a muerte en unos juicios sumarísimos; estaba aún en el recuerdo la guerra civil peruana motivada por razones similares y seguramente se pretendía cortar otra de raíz. 

Gracias a la intervención del nuevo virrey, Gastón de Peralta, Martín Cortés Zúñiga se libró de la pena capital al ser enviado a España en 1567 para someterse a la justicia del Consejo de Indias, privilegio (aunque se confiscaron sus bienes y se abolió su señorío) que no tuvieron otros implicados, que fueron ejecutados; ese favoritismo le costó el cargo al virrey, depuesto bajo la acusación de prevaricación. Como sustituto ejerció el visitador Alonso Muñoz, que actuó de forma mucho más dura, decretando nuevas detenciones, condenas a galeras e incluso ejecuciones que, como era costumbre, acarreaban el descuartizamiento post mortem -con reparto de los cuartos por diversas localidades para servir de ejemplo- y la confiscación de los bienes.  

 

Retrato anónimo de Gastón de Peralta y Bosquet, virrey de Nueva España entre 1566 y 1567 (Wikimedia Commons)

El consejo de Indias condenó a Martín y Luis a destierro perpetuo de las Indias en el presidio norteafricano de Orán (por entonces, el término presidio no se refería a una cárcel sino a un fortín), incautación total de sus propiedades, abolición del señorío de Oaxaca y pago de una enorme multa de cincuenta mil ducados más otros cien mil en concepto de préstamo a la Corona. En cambio, el Mestizo se vio perjudicado por su mezcolanza de sangre, siendo torturado con la toca (ahogamiento con agua) y vueltas de cordel (potro) para que diera todos los detalles de la trama; pero no habló y al final se le condenó únicamente a destierro, como a los demás de la familia. Cabe decir que las quejas sobre el exceso de celo del visitador Muñoz, injustificado según los franciscanos porque la conspiración no habría sido más que mera fanfarronería de taberna ("fantaseo de jóvenes sin juicio y damas ociosas"), también le supusieron a éste la destitución y falleció al día siguiente de comparecer ante el rey en 1568.

En 1574, tras múltiples apelaciones y ante las cada vez más insistentes dudas sobre la existencia real de la conspiración, Felipe II exoneró definitivamente a los tres hermanos, que no habían vuelto a pisar tierra americana; según algunas versiones, también influiría la buena fe demostrada por el Mestizo al combatir a los moriscos en la represión de la rebelión de las Alpujarras junto a don Juan de Austria, algo que no se ha podido confirmar. Sin embargo, aunque Martín recuperó sus propiedades, no ocurrió igual con todos los terrenos del marquesado; de hecho, las jurisdicciones que habían pertenecido a Cortés se fusionaron en 1574, salvo la de Cuernavaca. Además, a él y al Mestizo se les denegó el permiso para cruzar de nuevo el Atlántico.

 

Palacio de Hernán Cortés en Cuernavaca (Pablo rene en Wikimedia Commons)

Luis, en cambio, sí recibió autorización para retornar a América, lo que dio lugar a una fantástica trama con Martín para permitir también su regreso a las propiedades de su padre: encontrar el tesoro perdido de Moctezuma, que estaría oculto en sus tierras. Una idea que, de paso, les facilitaría congraciarse con la corona porque, si bien según la ley podían quedarse con lo que encontraran, prefirieron firmar un asiento con el rey para repartirlo entre todos, tal como el titular del marquesado expresó en una carta que envió a la corte: "Es el caso que el Excelentísimo marqués del Valle tiene una heredad o tierra suya propia en la nueva españa de las Yndias del mar oceano en la qual tiene abiso que hai un muy grand tesoro encubierto y escondido debaxo de tierra y aun se sospecha que es el tesoro de montecuma que hasta hoy no se ha podido hallar..." La propuesta para dicho reparto dependía del valor de lo que se hallase, quedando establecido por segmentos de cuantía: menos de doscientos mil ducados, de doscientos mil a trescientos mil, etc. Asimismo, incluía la condición de que se asignasen testigos a la búsqueda para que dieran fe de todo al monarca; sin duda, los hermanos recordaban las acusaciones de Vázquez de Tapia contra su padre. 

Por desgracia, Martín falleció sin encontrar nada porque lo cierto es que la leyenda del tesoro de Moctezuma, perdido en la retirada de Tenochtitlán durante la Noche Triste, no dejaba de ser una versión de las historias legendarias que circulaban en España (en todas las culturas, en realidad) desde la Edad Media sobre riquezas enterradas, primero por los visigodos ante la invasión musulmana y luego de los propios andalusíes ante la llamada Reconquista. Leyendas que no sólo perduraron en el tiempo sino que experimentarían una eclosión en la primera mitad del siglo XIX, en parte por el marasmo económico que dejó la Guerra de la independencia y en parte por el revival romántico medievalista que se impuso en el ámbito cultural.

 

La carta enviada al Rey se conserva en el Archivo General de Indias

En fin, como se puede ver, pese a que a priori parecía previsible que los dos martines estuvieran destinados a llevarse mal, la realidad no ocurrió así. Su relación siempre fue buena -extendiéndose a Luis, como queda patente- y únicamente sufrieron una crisis en una ocasión, cuando el mayor tuvo que reclamar el pago de los mil ducados de renta anual. Después todo volvió a la normalidad y ambos estuvieron juntos a menudo y en muchos sitios, creando cierta confusión a los historiadores.

Es curioso que, tras contraer matrimonio con Bernaldina de Porras, una española hija de los señores de Agoncillo con la que se afincó en México, el Mestizo tuvo un vástago al que bautizó Fernando, el mismo nombre que Martín Cortés puso al suyo, el que sería III marqués de Oaxaca. Éste se había criado en España con sus abuelos maternos cuando sus progenitores marcharon a recibir sus propiedades mexicanas en 1562. En 1581, fallecida ya la citada Ana Ramírez de Arellano, Martín Cortés casó en segundas nupcias con Magdalena Manrique de Guzmán y Mendoza, hija del oidor de la Audiencia y Chancillería de Granada, gentilhombre de cámara de Felipe II y maestresala de la reina Isabel de Valois (la que fue tercera esposa del rey); era una mujer temperamental que se vio envuelta en continuos problemas, antes y después de la muerte de su marido, que tuvo lugar en Madrid en 1589, tras sólo ocho años de vida común y ninguna descendencia que sumar a la que ya tenía el difunto (el citado Fernando, Pedro y Juana; la hija de ésta, Estefanía, heredó el marquesado al no tener hijos sus tíos). En 1595 falleció en la misma ciudad (o en Granada, según versiones) Martín el Mestizo, el hijo de Malintzin; ni él ni si hermanastro habían podido volver a ver su tierra natal.


BIBLIOGRAFÍA

 -DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal: Historia verdadera de la conquista de Nueva España.

-LÓPEZ DE GÓMARA, Francisco: Historia de la conquista de México (Historia general de las Indias).

-MIRALLES, Juan: Hernán Cortés. Inventor de México

-MIRA CABALLOS, Esteban: Hernán Cortés. Una biografía para el siglo XXI.

-GONZÁLEZ OBREGÓN, Luis: Semblanza de Martín Cortés.

-MARTÍNEZ MARTÍNEZ, María del Carmen: Martín Cortés. Pasos recuperados (1532-1562).

-SARABIA VIEJO, María Justina: Martín Cortés y Arellano (en RAH, Real Academia de la Historia).

-FERNÁNDEZ-CARRIÓN, Miguel Héctor: Martín Cortés (en RAH, Real Academia de la Historia).

-GUTIÉRREZ CONTRERAS, Francisco: Hernán Cortés.

-CONDE Y DÍAZ-RUBÍN, José Ignacio y SANCHIZ RUIZ, Javier: Historia genealógica de los títulos y dignidades nobiliarias en Nueva España y México.

 

Imagen de cabecera: retrato anónimo de Martín Cortés Zúñiga. No hay ninguno de Martín el Mestizo.

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