Los aztecas en combate: conquistas, guerras floridas y sacrificios
Es
habitual pensar que la forma azteca de combatir se ajustaba
exclusivamente al modelo de guerra florida, por la que el objetivo
era hacer prisioneros para el sacrificio en lugar de matar. Se trata
de un error frecuente que no tiene en cuenta que entonces carecerían
de sentido buena parte de las armas
que empleaban, como
las arrojadizas (venablos, jabalinas, dardos, flechas) y las
cortantes (macahuitl, teputzopilli),
así como resultaría imposible someter a otros pueblos para
convertirlos en tributarios forzosos. Lo cierto es que, aparte de las
floridas, los mexicas practicaban también un tipo de guerra
más convencional en
la que, sin renunciar a hacer prisioneros (pese a la carencia de
fuentes indígenas que lo expliciten), que al fin y al cabo era la
forma de promocionarse de los guerreros en el escalafón y en la
sociedad, no había tampoco problema en matar al adversario.
La Noche Triste (Ángel García Pinto) |
Los tlaloques o gobernantes locales debían aprovisionar al ejército en su marcha hacia el frente, a pesar de lo cual sus pueblos solían ser saqueados. Una vez llegados al lugar de la batalla, se desplegaban los guerreros y una arenga de su general era respondida con gritos y tronar de caracolas para impresionar al enemigo. Luego, mediante pequeños tambores que los mandos llevaban a la espalda, se daba la orden de ataque, transmitiéndose las instrucciones a la tropa mediante un código gestual del que se encargaba el yamachiyonecaquiliztli, una especie de abanderado.
El yaoquizque o ejército mexica no era una masa de hombres desordenada, como ya advirtió el Conquistador Anónimo: "Guardan cierto orden en sus guerras, pues tienen sus capitanes generales, y además otros capitanes particulares de cuatrocientos y de doscientos hombres. Cada compañía tiene su alférez, quien lleva la bandera en su asta (...) Es una de las cosas más bellas del mundo verlos en la guerra por sus escuadrones, porque van con maravilloso orden y muy galanes..." Efectivamente, la tropas se
estructuraban en unidades vigesimales. La más grande era el xiquipilli, de
unos 8.000 efectivos, dirigida por un tlacatécatl o general, que se dividía en tzontlis o batallones de
200 a 400 efectivos cada uno según el calpulli (barrio)
al que pertenecían, siendo la unidad básica el pantli (20 guerreros). Todo ello con un escalafón jerárquico en el que figuraban oficiales diversos: yaoquizcayacanqui, yaoquizcalepacho, yaqouizcacatachcauh, yaolachcauh, yaolachcayitli, yaotequihua, tepacho, teyacana, tecuhtli, calpullec... Cuando había varios xiquipilli, quedaban bajo el mando supremo del tlacochcálcatl. Asimismo, era importante la división por alcurnia, algo que se daba también entre las distintas órdenes militares (Jaguar, Águila, Cachuic...) e incluso dentro de ellas.
El servicio militar era obligatorio y empezaba entre los siete y los quince años de edad, con su entrenamiento bélico en el telpochcalli (para los macehualli, la mayoría del pueblo) y el calmécac (para los pipiltin o nobles). Los miembros de la Triple Alianza (Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan) constituían el núcleo principal, al que se sumaban contingentes de ciudades aliadas (Itzapalapa, Xochimilco...) e incluso tropas no nahuas como los otomíes, que eran grandes luchadores. También había sacerdotes, que se encargaban de hacer sonar las caracolas y atender a los heridos, mientras que las ahuanimes eran mujeres destinadas a prestar múltiples atenciones al guerrero, desde la cocina al sexo pasando por animarle en la batalla.
El servicio militar era obligatorio y empezaba entre los siete y los quince años de edad, con su entrenamiento bélico en el telpochcalli (para los macehualli, la mayoría del pueblo) y el calmécac (para los pipiltin o nobles). Los miembros de la Triple Alianza (Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan) constituían el núcleo principal, al que se sumaban contingentes de ciudades aliadas (Itzapalapa, Xochimilco...) e incluso tropas no nahuas como los otomíes, que eran grandes luchadores. También había sacerdotes, que se encargaban de hacer sonar las caracolas y atender a los heridos, mientras que las ahuanimes eran mujeres destinadas a prestar múltiples atenciones al guerrero, desde la cocina al sexo pasando por animarle en la batalla.
Pese a las cifras fantásticas que suelen leerse,
se calcula que la población de Tenochtitlán no superaba los 150.000-200.000
habitantes (León-Portilla dice que no más de 80.000), por lo que, teniendo en cuenta que el funcionamiento de
una ciudad obliga a que el número de combatientes bascule entre un
8% y un 15% como máximo, cada miembro de la Triple Alianza
(Tenochtitlán-Texcoco-Tlacopan) podía aportar unos 20.000
individuos. No obstante, los ejércitos rara vez podrían reunirse al completo y
no superarían los 40.000, cifra ya considerable de por sí y curiosa porque es la que estimaba Bernal Díaz del Castillo.
Reconstrucción digital de Tenochtitlán (Tarodewa en Hiveminer) |
En
las primeras líneas se situaba la infantería
ligera (campesinos
armados precariamente, con piedras y hondas, más lanzadores de
jabalinas y de dardos con atlátl -propulsor-), cuya misión
consistía en diezmar las filas contrarias; detrás iban
los guerreros
de choque,
armados con lanzas no arrojadizas, macahuitl y mazas. No obstante,
eran formaciones flexibles en las que a veces se cambiaba esa
disposición y en las que no faltaban tácticas ocasionales que
recordaban un poco a las caracolas de la caballería europea,
atacando y retrocediendo para incitar al contrario a romper su
formación.
Armamento mexica: lanza, arco, carcaj, atlátl, hacha, macuáhuitl, escudos y tambor (Adam Hook) |
Armamento mexica protector: cascos y escaupiles (castellanización de la palabra ichahuipilli, el chaleco acolchado de algodón típico de Mesoamérica) |
Los
combates resultaban sangrientos,
lejos de la imagen de limpieza que se suele tener de ellos y, si bien había encargados de retirar a los heridos a retaguardia, por contra los derrotados solían sufrir un duro
trato:
por ejemplo, Izcoátl cortó una oreja a cada cautivo de Xochimilco y
al tomar Azcapozalco saqueó la ciudad, provocando una masacre sin
importar la edad ni el sexo de sus habitantes; asimismo, Tlacaélel quemó
vivos a los que capturó en Cholula, etc. La destrucción de los templos
del rival era otra acción habitual, impregnada de evidente simbolismo.
El asedio de Coixtlahuacán (Adam Hook) |
LA
GUERRA FLORIDA.
Si la guerra convencional sirvió a los mexicas para expandir su imperio por la zona central de Mesoamérica, la florida (Xōchiyaoyōtl) era de carácter religioso, destinada a conseguir prisioneros para los sacrificios a los dioses y, de paso, entrenar a los guerreros (aunque con el tiempo la parte religiosa se relegó a segundo plano y pasó a ser una verdadera forma de presión). No obstante, dada su infrecuencia (sólo constan dos contra Tlaxcala, por ejemplo), la guerra florida proporcionaba una cantidad relativamente modesta de prisioneros y, según Hassig, en el famoso sacrificio masivo de la inauguración del Templo Mayor no hubo ninguna víctima de esa procedencia.
Si la guerra convencional sirvió a los mexicas para expandir su imperio por la zona central de Mesoamérica, la florida (Xōchiyaoyōtl) era de carácter religioso, destinada a conseguir prisioneros para los sacrificios a los dioses y, de paso, entrenar a los guerreros (aunque con el tiempo la parte religiosa se relegó a segundo plano y pasó a ser una verdadera forma de presión). No obstante, dada su infrecuencia (sólo constan dos contra Tlaxcala, por ejemplo), la guerra florida proporcionaba una cantidad relativamente modesta de prisioneros y, según Hassig, en el famoso sacrificio masivo de la inauguración del Templo Mayor no hubo ninguna víctima de esa procedencia.
Los
mexicas practicaban la guerra florida de forma pactada -aunque
obligada-, pero únicamente con los señoríos de Atlisxco, Cholula, Huexotzingo,
Tecoac, Tiliuhquitepec y Tlaxcala, pues los otros pueblos eran considerados bárbaros y, por tanto, indignos de alimentar a Huitzilopochtli. De hecho, les servía
también para mantener
a raya a estados enemigos a
los que no habían conseguido derrotar, como Tlaxcala, que a su vez se
beneficiaba del mismo concepto.
Se cree que el origen de esta curiosa manifestación bélica es tolteca, pero las primeras noticias que hay de ella son mucho más recientes, entre los años 1428 y 1450, cuando Moctezuma Ilhuicamina (abuelo del huey tlatoani homónimo que conoció Cortés) se vio obligado a hacer una cantidad extraordinaria de sacrificios para aplacar la ira de los dioses, que creía se estaba manifestando en forma de una serie de desastres naturales. Viendo el excelente resultado (Tenochtitlán superó la crisis y entró en un período de esplendor) se entiende que decidiera mantener la costumbre.
El Imperio Mexica en 1518 (Ian Mladajov) |
Se cree que el origen de esta curiosa manifestación bélica es tolteca, pero las primeras noticias que hay de ella son mucho más recientes, entre los años 1428 y 1450, cuando Moctezuma Ilhuicamina (abuelo del huey tlatoani homónimo que conoció Cortés) se vio obligado a hacer una cantidad extraordinaria de sacrificios para aplacar la ira de los dioses, que creía se estaba manifestando en forma de una serie de desastres naturales. Viendo el excelente resultado (Tenochtitlán superó la crisis y entró en un período de esplendor) se entiende que decidiera mantener la costumbre.
Diversos tipos de guerreros mexicas |
En
combate los veteranos estarían
delante, quedando los tepolchtlis (jóvenes)
detrás para observar y aprender, antes de entrar en acción
supervisados por su instructor. No había ataques previos con armas arrojadizas para
diezmar al enemigo -pues ello implicaría una reducción importante
de potenciales cautivos- y se iba al choque cuerpo a cuerpo
directamente. Las armas se utilizaban para herir al adversario en
algún punto
no vital (los
cronistas españoles como fray Juan de Torquemada hablan de
desjarretamiento), antes de inmovilizarlo y atarlo con una cuerda
(eran niños los encargados de dárselas a los guerreros en plena
faena) para luego poder ir a buscar otra víctima. Aún así, resultaba una
tarea muy difícil que podía prolongarse hasta media
hora porque nadie se dejaba capturar sin más,
de ahí que a quien se resistía de forma demasiado tenaz
se le mataba; ¿para qué gastar fuerzas inútilmente?
Un
guerrero joven (se entraba en combate con 20 años) que iba a más de
dos batallas y no conseguía ningún cautivo era llamado
despectivamente cuexpalchicápol (“bellaco
que no ha sido nada en dos veces que ha ido a la guerra”) y caía en el desprestigio social. A menudo
las capturas se hacían entre
varios (sujetando
cada uno un miembro) y más tarde un juez tendría que decidir quién
había aportado más (o después se repartían equitativamente su
carne), aunque no estaba bien visto que un guerrero hiciera siempre sus capturas con ayuda. Robarle una captura a un compañero se castigaba con la
muerte y se interrogaba al propio prisionero sobre su verdadero
captor.
Guerreros mexicas capturando prisioneros (Códice Mendoza) |
Por supuesto, el
enemigo también hacía cautivos aztecas:
por ejemplo, en la batalla florida de Tliluhquipetec los mexicas
ganaron 700 hombres pero perdieron 400. La lucha se
detenía cuando los sacerdotes de ambas partes estimaban que ya se
habían capturado suficientes prisioneros; al fin y al cabo, ellos
acordaban también las condiciones previas. A partir de ahí los
cautivos sólo tenían un destino: ser
sacrificados.
SACRIFICIOS
TRAS LA BATALLA
Tanto en la guerra convencional como en la florida, era normal que el ejército mexica regresara con un buen número de prisioneros cuyo futuro era la piedra de sacrificios en un 90% La vida de los aztecas estaba continuamente jalonada por rituales orientados a la actividad bélica: desde el nacimiento mismo, cuando se enterraba un haz de dardos atados con el cordón umbilical, hasta la ceremoniosa embajada de declaración de guerra descrita antes, pasando por el momento en que recibían sus primeras armas, que celebraban con danzas, reverencias enfáticas al huey tlatoani y varios días de automortificaciones clavándose agujas de magüey o haciéndose cortes con obsidiana.
Tanto en la guerra convencional como en la florida, era normal que el ejército mexica regresara con un buen número de prisioneros cuyo futuro era la piedra de sacrificios en un 90% La vida de los aztecas estaba continuamente jalonada por rituales orientados a la actividad bélica: desde el nacimiento mismo, cuando se enterraba un haz de dardos atados con el cordón umbilical, hasta la ceremoniosa embajada de declaración de guerra descrita antes, pasando por el momento en que recibían sus primeras armas, que celebraban con danzas, reverencias enfáticas al huey tlatoani y varios días de automortificaciones clavándose agujas de magüey o haciéndose cortes con obsidiana.
Las mujeres también
tenían su papel: madres, esposas e hijas lloraban la muerte de sus
familiares y depositaban las cabezas de éstos en una pira con el
ajuar guerrero, enterrando luego las cenizas en una urna. Pero eran
los sacrificios el punto
culminante de
cualquier campaña militar, aún teniendo en cuenta que parte de
ellos no eran de prisioneros sino de ciudadanos mismos (hombres,
mujeres o niños), que morían en ocasiones especiales como la
inauguración de un templo o la coronación de un nuevo tlatoani.
Los cautivos de la guerra florida se
encerraban en unas casas ad
hoc llamadas malcalli,
cuidadas por un tipo de sacerdote denominado cuauhueheteque. Allí se les alimentaba y curaban las heridas; si habían sido
capturados por guerreros pipitlin (nobles), se les proporcionaban además buenos vestidos, joyas y hasta armas.
Porque ellos asumían
su destino y
participaban activamente en los fastos: al llegar a Tenochtitlán
eran presentados al tlatoani y
su corte, ante quienes danzaban y cantaban. Es más, la noche previa
al sacrificio compartían espacio y comida con sus captores, cantando
juntos en una extraña relación casi de camaradería;
incluso los captores cortaban un mechón de pelo de sus víctimas
para guardarlo de recuerdo y se llamaban primos mutuamente. Si alguien conseguía
escapar -algo raro porque sería tachado de cobarde por su propia
gente- los vecinos del barrio podían presentar un sustituto.
Sacrificio en el teocalli (Pierre Joubert) |
Llegado
el momento, los reos eran llevados a la pirámide agarrados del
cabello, probablemente drogados para
evitar que desfallecieran, e interpretando nuevas danzas.
Había varias
maneras de matar:
asaetamiento, lapidación, ahogamiento, degollación… incluso la
hoguera, aunque ésta era rara porque se consideraba demasiado cruel
(de ahí la honda sensación que causó la quema de varios caciques
ordenada por Cortés). También existía una curiosa modalidad durante el festival Tlacaxipehuaztli, que se celebraba en honor de Xipe Tótec:
el sacrificio
gladiatorio.
En él, un guerrero que hubiera destacado en combate tenía la oportunidad de luchar contra cuatro guerreros mexicas sobre una gran piedra ceremonial circular llamada temalácatl, a la que era sujeto mediante una cuerda. Si ganaba no salvaba su vida pero se aplazaba su muerte; si le herían, cosa frecuente porque sólo disponía de un escudo y una estaca con plumas, se le acababa extrayendo el corazón como a los demás. Hubo un caso muy famoso, el del extraordinario guerrero tlaxcalteca Tlahuicole, que derrotó a varios turnos de adversarios y el propio tlatoani le ofreció incorporarse a su ejército, aunque él prefirió la muerte.
En él, un guerrero que hubiera destacado en combate tenía la oportunidad de luchar contra cuatro guerreros mexicas sobre una gran piedra ceremonial circular llamada temalácatl, a la que era sujeto mediante una cuerda. Si ganaba no salvaba su vida pero se aplazaba su muerte; si le herían, cosa frecuente porque sólo disponía de un escudo y una estaca con plumas, se le acababa extrayendo el corazón como a los demás. Hubo un caso muy famoso, el del extraordinario guerrero tlaxcalteca Tlahuicole, que derrotó a varios turnos de adversarios y el propio tlatoani le ofreció incorporarse a su ejército, aunque él prefirió la muerte.
Sacrificio gladiatorio (Códice Tovar) |
Lo
habitual era la extracción
del corazón para
ofrecérselo aún palpitante a Huitzilopochtli y que el sol pudiera
alimentarse con la sangre, asegurando así que saldría al día
siguiente. Algunos investigadores que negaron los sacrificios por la
imposibilidad de cortar el esternón con un cuchillo han sido
desmentidos: los arañazos y muescas en la parte baja de ese hueso
apuntan a que los sacerdotes no rajaban el pecho sino la parte alta
del abdomen,
introduciendo la mano por debajo de la caja torácica para sacar el
órgano. Éste se quemaba en un copón en el sancta sanctórum
mientras el sacerdote (había seis especializados en ello, cada uno
con cinco ayudantes) salpicaban con sangre las paredes. La sangre que
brotaba al cortar se identificaba con una flor,
de ahí el nombre de guerra florida.
Los
cuerpos se troceaban para el canibalismo que
practicaban los nobles y los guerreros captores, quienes tenían
derecho a comer (normalmente una pequeña porción de brazos y piernas) para asumir la fuerza
del muerto. La antropofagia era, pues, exclusivamente ritual,
no gastronómica -una especie de comunión-, y el pueblo no tenía
acceso a ella. De hecho, la idea de consumir la carne de los caídos
al margen de la ceremonia se consideraba un insulto hacia ellos
(quizá por eso los españoles dejaron testimonio de cómo aliados
tlaxcaltecas devoraban a los aztecas muertos en el mismo campo de
batalla).
Los cráneos solían acabar en el tzompantli, una especie de plataforma con largos listones donde se ensartaban, a veces sin descarnar (incluso los de los caballos, como atestiguó Bernal Díaz) aunque el numero que dieron españoles como Andrés de Tapia es disparatado y no cabría en todo el recinto sagrado. En algunos casos se desollaba el cuerpo y los sacerdotes del mencionado dios Xipe Tótec usaban la piel como vestido (dándole la vuelta, es decir, con la parte sanguinolenta hacia fuera). Asimismo, eran bastante apreciados los maxilares para adornarse.
Canibalismo en el Códice Magliabechano |
Los cráneos solían acabar en el tzompantli, una especie de plataforma con largos listones donde se ensartaban, a veces sin descarnar (incluso los de los caballos, como atestiguó Bernal Díaz) aunque el numero que dieron españoles como Andrés de Tapia es disparatado y no cabría en todo el recinto sagrado. En algunos casos se desollaba el cuerpo y los sacerdotes del mencionado dios Xipe Tótec usaban la piel como vestido (dándole la vuelta, es decir, con la parte sanguinolenta hacia fuera). Asimismo, eran bastante apreciados los maxilares para adornarse.
El Huey Tzompantli (Adrián Unzueta) |
Todo
ello constituía un impresionante espectáculo con el que los
aztecas, aparte de cumplir sus conceptos cosmogónicos, amedrentaban
a sus enemigos potenciales
(que también hacían sacrificios pero no de tales dimensiones) y
asentaban las raíces de su dominio. Esos holocaustos paroxísticos
no comenzaron hasta la penúltima etapa de su historia, cuando se
liberaron del yugo tepaneca y empezaron a convertirse en una potencia
militar,
con la subida al poder de Itzcoátl en 1427, el establecimiento de
las guerras floridas por Moctezuma Ilhuicamina un par de décadas
después y la famosa inauguración del Templo Mayor por Ahuízotl ya
en 1487.
Bibliografía:
-ALARCÓN, Luis Armando: La práctica bélica mexica.
-ÁLVAREZ FERNÁNDEZ, Jorge: Canibalismo y sacrificios humanos. Una visión antropológica.
-BUENO, Isabel: La guerra mesoamericana en época mexica.
-BUENO, Isabel: Las guerras floridas.
-CERVERA OBREGÓN, Marco Antonio: Guerreros aztecas.
-CERVERA OBREGÓN, Marco Antonio: Breve historia de los aztecas.
-CONQUISTADOR ANÓNIMO, El: Relación de algunas cosas de la Nueva España y de la gran ciudad de Tenusitlán.
-CONQUISTADOR ANÓNIMO, El: Relación de algunas cosas de la Nueva España y de la gran ciudad de Tenusitlán.
-DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal: Historia verdadera de la conquista de Nueva España.
-GÓMEZ, Pablo Martín: Hombres y armas de la conquista de México. 1518-1521.
-GONZÁLEZ TORRES, Yolótl: El sacrificio humano entre los mexicas (en Arqueología Mexicana).
-HASSIG, Ross: El sacrificio y las guerras floridas (en Arqueología Mexicana).
-LAGO, José Ignacio: Hernán Cortés. La conquista de México, 1519-1521.
-LEÓN-PORTILLA, Miguel: La religión azteca.
-SEJOURNE, Laurette: América Latina. Antiguas culturas precolombinas.
-THOMAS, Hugh: La conquista de México.
-WISE, Terence: América Latina: de la conquista a la independencia.
Muy interesante el artículo.
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