El misterioso rapto del niño Charlie McComas por los apaches y la guerra que provocó

 

Hemos visto la escena mil veces en el cine: una familia de pioneros marcha tranquilamente por la pradera en su carromato, en busca de un futuro mejor, cuando es atacada por una partida de indios que matan a todos o se llevan a alguno de los niños. Aunque a menudo no se muestra de forma explícita sino en elipsis, con los cadáveres sólo medio entrevistos, encontrados más tarde por la caballería entre el humo del vehículo calcinado y la organización de una partida de rescate, a nadie se le escapa el horror que debieron sentir aquellos desgraciados al ver caer sobre ellos a los temidos salvajes, con sus pinturas y sus temibles gritos de guerra. 

Lamentablemente, no se trata de algo surgido exclusivamente de la imaginación de los guionistas de Hollywood sino de sucesos -en plural- que ocurrieron con más frecuencia de la deseable en el contexto de las Guerras Indias. Fue éste un término utilizado para designar una serie de conflictos que se sucedieron entre blancos e indígenas a lo largo de cuatro siglos (pero especialmente entre 1860 y 1890), durante la colonización de América del Norte, y que por cierto también provocaron situaciones a la inversa, con familias indias como víctimas y los otros de agresores. El inevitable choque, en suma, entre dos culturas que en realidad pertenecían a épocas distintas, con sus caminos cruzados por el paso indefectible de la Historia.

 

Las Guerras Indias en la segunda mitad del siglo XIX (dominio público en Wikimedia Commons)
 

Como siempre, lo que más impresiona de aquella sucesión de sanguinarios ataques y represalias mutuas son las víctimas menores de edad, que unos y otros exterminaban a menudo sin demasiados escrúpulos; y cuando los tenían, los niños terminaban sumidos en un extraño proceso de aculturación, en el que los blancos adoptados se convertían en indios -resulta inevitable recordar películas de John Ford que tratan ese tema, como Centauros del desierto o Dos cabalgan juntos-, mientras que los indios llevados a la civilización pasaban a ser paradójicos blancos de piel oscura a los que se educaba para que adoptasen su nueva cultura.

Charley McComas (en la documentación de la época aparece así, en vez de Charlie) puede ser un buen ejemplo de esos sucesos. De hecho, lo fue, aunque en su tiempo no se supo exactamente qué destino sufrió hasta mucho después. De todos modos, lo realmente llamativo de su caso está en que su desaparición precipitó unos acontecimientos que ya de por sí estaban próximos al desborde, dando trágico inicio a una nueva guerra india abierta que a duras penas se contenía hasta el momento. La sufrieron los apaches, que a pesar de estar ya en el último cuarto del siglo XIX -y bien avanzado, además- seguían dando coletazos desesperados, intentando resistir a lo inevitable.

Hamilton y Juniata McComas (Find a Grave)
 

Esta historia empieza en Fort Scott, Kansas, donde ejercía la abogacía un joven letrado llamado Hamilton Calhoun McComas. Era natural de Parkersburg, Virginia, donde nació en 1831. Letrado desde los veintiún años, había trabajado en Illinois hasta que la Guerra de Secesión le hizo dejar esa ciudad y un primer matrimonio con Louisa K. Pratt -que le dio dos hijos- para enrolarse en el ejército de la Unión y llegar a teniente coronel. Con ese grado llegó a Fort Scott en 1868 y allí, al siguiente y ya acabada la contienda, se casó en segundas nupcias con Juniata Maria Ware, dieciséis años más joven.

En 1876 tuvieron un hijo al que bautizaron con el nombre de Charles. Un par de años más tarde, Hamilton dejó temporalmente a su familia para probar suerte en Nuevo México, donde combinó las leyes con la minería. EEUU ya estaba en abierta expansión y la región parecía lo suficientemente próspera como para que aquel abogado con vocación aventurera decidiera traerse a los suyos, así que en la primavera de 1882 adquirió una casa en Silver City y se establecieron en ella. Pero al año siguiente llegó una buena oferta de empleo de la Pyramid Mining and Milling Company, que tenía su sede en Lordsburg, y los McComas, padre, madre e hijo, volvieron a hacer el equipaje. 

Charley McComas (Find a Grave)
 

Esa imagen que comentaba al principio, un buckboard campo a través, no es un tópico del séptimo arte. El buckboard no era un Conestoga, el clásico carromato grande popularmente conocido como "goleta de las praderas" y que vemos en las películas cubierto por una lona (como en la ilustración de cabecera de este artículo), sino otro más pequeño, aunque también bastante cinematográfico, concebido para el transporte de personas y algo de bagaje; es ése en el que Gary Cooper y Grace Kelly se marchan al final de Solo ante el peligro o en el que Gregory Peck y Carrol Baker tratan de escapar de Chuck Connors y sus hermanos en Horizontes de grandeza, por ejemplo. 

El de los McComas se puso en marcha el 27 de marzo de 1883 y, tras una jornada de viaje, con pernoctación incluida en la posada de Mountain Home, emprendió una segunda atravesando las montañas Burro para salir al valle de Animas (los dos nombres en español, en el original), donde hicieron un alto junto a un árbol -que aún sigue en pie- para comer. Pero no pudieron disfrutar de aquel descanso. Irónicamente, creían que de correr algún riesgo sería precisamente cruzando las montañas y, por tanto, ya lo habían dejado atrás.

 

Un buckboard (dference en Pixabay)

De pronto cayó sobre ellos una partida de apaches chiricahuas, sin apenas darles tiempo a reaccionar. Rápidamente, subieron al buckboard y cuando azuzaban a los caballos hacia el cercano Thomson Canyon, por donde habían atravesado las montañas, un disparo hirió a Hamilton, que cayó del vehículo y, tras levantarse, se parapetó tras un árbol para tratar de contener a los atacantes mientras su esposa tomaba las riendas y continuaba la huida. 

No logró recorrer más de trescientos metros porque él terminó acribillado y poco después moría también uno de los caballos, frenando en seco el buckboard. Juniata y el niño quedaron a merced de los indios y, antes de poder defenderse, uno de los apaches le rompió el cráneo a la madre con la culata de su rifle, quedando sólo vivo el pequeño Charley. Los hechos recuerdan un poco una brutal escena de La venganza de Ulzana, en la que un soldado que escolta a la esposa e hijo de un granjero, al ser atacados por la partida del famoso chiricahua, prefiere matarla a ella y suicidarse luego antes que caer vivos en sus manos.

Chato (Wikimedia Commons)
 

Decidieron llevarse al niño y, tras saquear las pertenencias de sus difuntos padres y desnudar ritualmente los cuerpos de éstos, uno de los atacantes, llamado Bonito, ató al niño a su cintura y abandonó el lugar junto a sus compañeros, poniendo rumbo a la frontera de México. Bonito se quedó con el trofeo pero el jefe de la partida era nada menos que Chato, uno de los hombres de confianza del legendario Cochise; al fallecer éste, le había tomado el relevo en la jefatura Taza, que no logró adhesión total y los chiricahuas se escindieron. Taza murió de pulmonía poco después y le relevó Victorio; cuando falleció a su vez, se abrió una crisis sucesoria en la que Chato se postuló como candidato, aunque tuvo que ceder ante Nana. 

Años atrás Chato había sido scout del ejército, pero en 1881 se unió al grupo de apaches que decidieron irse de la infame Reserva de San Carlos, un secarral insalubre y miasmático de Arizona, para refugiarse en la Sierra Madre mexicana y dedicarse al robo. Entre los integrantes de dicho grupo figuraban los famosos Juh y Naiche (el hijo pequeño de Cochise y hermano de Taza), incapaces de adaptarse a la vida de agricultores que les exigían y menos en el terreno tan yermo que les dieron. El líder, que no jefe, era Gerónimo, quien obligó a todos a acompañarle a punta de fusil, aunque muchos no querían. Luego se diseminaron en grupos más pequeños para dificultar a sus perseguidores. Ellos se unieron al de Nana.

Tsoe (dominio público en Wikimedia Commons)

Naiche, estaba también entre los que atacaron a los McComas; casi una treintena que incluía a Mangus, Dutchy, Tsoe, Beneactiney y Kautli, aparte de los citados Chato y Bonito (que era su segundo). En sus correrías, iniciadas en marzo, asaltaron un campamento carbonero matando a cuatro mineros. Lo malo fue que Beneactiney también perdió la vida y eso, según la costumbre apache, requería venganza, así que en las semanas siguientes se registraron otros veintidós muertos. En esa incursión, pasaron de Arizona a Nuevo México y se toparon con aquella infeliz familia, a la que le tocó pagar su tributo de sangre. Los cadáveres se encontraron unas horas después, pero faltaba el cuerpo del niño, que no apareció pese al minucioso rastreo que se hizo por el entorno. 

Rápidamente, se informó al teniente coronel George Alexander Forsythe, quien al frente de seis compeñías de caballería llevaba tiempo en busca de los apaches rebeldes desde que se supo que habían entrado en EEUU. Pero ya le sacaban casi un día de ventaja, de modo que no pudo encontrarlos, lo que sembró el temor en todo el territorio. Por eso, mientras los McComas eran trasladados a Fort Scott (Kansas) para su entierro y Eugene Ware, el hermano de Juniata, reclamaba ayuda para buscar a su sobrino, se desató la ira nacional contra aquellos salvajes que no contentos con resistirse a la civilización, asesinaban y mutilaban brutalmente a gente pacífica (encima, Juniata era hermana de un senador). Lo de la mutilación no está del todo claro, al menos en este caso, porque los informes resultaban contradictorios, pero para la opinión pública, azuzada por la prensa, no había discusión posible: era necesario poner fin a esa situación expeditivamente.

La noticia del asesinato de los McComas se publicó el 1 de abril de 1883 en el semanario The Tucson Weekly Citizen

El capitán James F. Black, de la milicia local, tampoco tuvo éxito en localizar a Charley, que parecía haber desaparecido. Familia y amistades de los McComas repartieron fotografías del niño y el albacea familiar ofreció una recompensa de mil dólares a quien lo hallara, lo que supuso una marea de rescatadores y aventureros que, sin embargo, no obtuvieron resultados. Y es que la información disponible era tan escasa como confusa. Primero se creyó que había caído con sus padres; luego que los indios lo habían raptado junto con su madre; más tarde, que se lo llevaron pero lo mataron al poco, algo que apoyaba Forsythe basándose en que no halló rastro de él en los campamentos que registró. Pero, sin cuerpo, siempre quedaba una chispa de esperanza.

La respuesta sólo podrían darla los propios apaches, aunque, claro, de momento estaban camino de México y paraecía difícil darles alcance. Se interrogó a otros y hubo dos, llamados Dutchy y Gooday, que debidamente presionados admitieron haber visto a Charley vivo y bien tratado; más aún, aseguraban que Chato lo mantenía así con vistas a usarlo como moneda de cambio en una posible negociación por municiones -siempre andaban escasos de ellas- o por prisioneros apaches. Y es que, atendiendo al clamor nacional contra los indios, se organizó una campaña militar más ambiciosa para someterlos.

George Crook en su mula, con dos exploradores apaches (dominio público en Wikimedia Commons)

El general George Crook, veterano de las guerras contras los sioux, cheyennes y los propios apaches de Cochise, fue puesto al frente de una columna de medio centenar de soldados y casi doscientos exploradores nativos dirigidos por el veterano Al Sieber. Entre ellos estaba Tsoe, un apache chiricahua que, como decíamos antes, al principio formaba parte de la partida de Chato pero se había separado de ella antes de que empezaran las matanzas. También figuraba Mickey Free, un blanco criado entre los apaches en circunstancias parecidas a las que ahora pasaba Charley. Lo más curioso de aquella campaña fue el permiso concedido por el gobierno mexicano a las tropas estadounidenses para entrar en su territorio en persecución de los indios, dado que éstos no entendían de fronteras.

Crook, que para moverse por las montañas prefería montar una mula y siempre iba personalmente al frente de sus hombres, entro en México a comienzos de mayo, localizó el campamento de Chato y lo atacó. Como era frecuente, casi todos los guerreros estaban ausentes rapiñando por Sonora y Chihuahua, de manera que la mayoría de las bajas registradas en la escaramuza fueron mujeres y niños, caídos principalmente a manos de los scouts indígenas. Una de las fallecidas era la madre de un apache llamado Veloz, quien, según contaría su compañero Jason Betzinez (primo de Gerónimo), descargó la rabia por la muerte de su progenitora golpeando a Charley con una piedra hasta matarlo. No obstante, no lo había visto personalmente y se lo había referido Ramona, hermana de un jefe llamado Chihuahua, enviada a parlamentar. 

Jason Betzinez (Carlisle Indian School Digital Resource Center)

El testimonio sobre la muerte del niño se fue ramificando como un viejo árbol milenario. Una versión decia que no murió instantáneamente sino que quedó agonizante y las mujeres lo ocultaron entre matorrales por miedo a las represalias de los soldados; otra, que hicieron eso pero porque había quedado malherido por una bala perdida en medio de la refriega. Esto último lo corroboró Asa Daklugie, hijo de Juh y marido de Ramona: nadie mató a Charley intencionadamente porque los niños blancos secuestrados y adoptados por los apaches adquirían la misma protección y cariño que los demás, y lo que pasó fue que aquel cayó en medio del caos originado por el ataque, como otros.

Sería el mismo caos durante el que, había quien contaba también, un pequeño grupo de guerreros consiguió escapar del cerco llevando consigo a Charley. Eso originó una curiosa leyenda sobre avistamientos -incluso en el primer cuarto del siglo XX- de una partida de chiricahuas liderada por un misterioso jefe blanco renegado; eso sí, de ser cierta, el personaje no tenía por qué tratarse de ese niño necesariamente. De lo que no había duda era de que Charley había estado en el campamento (donde se rescataron una joven y cuatro niños más), no sólo porque la intención de Chato de usarlo, sino también porque se encontraron varios objetos de la familia (entre ellos una foto familiar). 

Gerónimo y Asa Daklugie (Oklahoma Historical Society)

Crook envió exploradores por los contornos en busca del pequeño McComas, pero infructuosamente. En cualquier caso, su campaña entrando en el santuario apache de Sierra Madre fue un éxito y convenció a los indios de la futilidad de su resistencia, pasando a negociar su rendición. Las condiciones fueron retornar a la reserva y entregar a Charley a cambio de una amnistía, aunque las cosas no saldrían como se pactó por dos razones: primero, los apaches no regresaron todos juntos sino en grupos sueltos; segundo, el niño siguió desaparecido, pese a que Bonito aseguró que lo estaban buscando. 

La llegada a San Carlos del último apache, Gerónimo, con las manos vacías, acabó con la escasa esperanza que quedaba. Meses antes había estado negociando cerca de Casas Grandes con dos frontier men, Wilson y Leroy, quienes se enteraron de que Juh tenía un niño blanco que quería trocar por cartuchos. En realidad, Juh había muerto y Gerónimo, viendo el interés que despertaba Charley, continuó astutamente con el asunto dando a entender que, en efecto, seguía vivo. Pero sabía que no era así y al final no hubo trato, al aparecer tropas mexicanas del temible coronel Joaquín Terrazas. Cuando Gerónimo entró en la reserva en mayo de 1884, venía sin el niño, obvio, por lo que Eugene Ware arrojó definitivamente la toalla y, asumiendo la cruda realidad de que nunca se encontraría el cuerpo de su sobrino, se fue de Arizona.

Bonito (dominio público en Wikimedia Commons)

Eso confirmaba las malas sensaciones que tenían la mayoría de los militares, quienes creían que el pequeño había muerto ya en los primeros meses, bien asesinado, bien como daño colateral en el tiroteo, bien por la dureza del invierno (o por enfermedad o simplemente por una vida a la que no estaba acostumbrado), por lo que los chiricahuas no estarían más que mareando la perdiz para evitar que les exigieran responsabilidades. Y así siguieron durante décadas, manteniendo la ficción de que seguía vivo, porque en realidad la situación no tardaría en tensarse de nuevo. 

Y es que, al contrario que Chato, que pasó a colaborar con los estadounidenses enrolándose como scout del ejército, Gerónimo era incapaz de superar su trauma personal (en 1851 los mexicanos habían asesinado a su esposa, su madre y tres hijos) y de adaptarse a una vida sedentaria ajena a la apache tradicional, por lo que en mayo de 1885 escapó de nuevo acompañado de los fieles Naiche, Nana, Chihuahua y su hermano Ulzana, Mangas, Lozen y centenar y medio de fieles, entre hombres, mujeres y niños; los otros cuatrocientos prefirireron quedarse. Chato precisamente fue uno de los que formaron la columna perseguidora, otra vez dirigida por Crook. 

Nelson Miles (dominio público en Wikimedia Commons)
 

Entre soldados y exploradores indios sumaban dos mil hombres, algo explicado porque los fugados se dedicaron a asaltar ranchos, asesinando a diecisiete colonos, sembrando el pánico y llevándose como prisionero a otro niño, Jimmy McKinn. Crook conseguiría obtener su rendición, pero de regreso a San Carlos alguien les dijo a los indios que iban a ser fusilados y volvieron a huir, lo que le costó el puesto al general, del que tampoco gustaba su tolerancia con los indios; le sustituyó Nelson Miles, que logró rendir definitivamente a los apaches en septiembre de 1886 y condenarlos a su triste destierro. Pero ésa sería otra historia. 

La que narró Betzinez sobre el asesinato de Charley McComas a manos de Veloz (la contó en 1959, ya plenamente integrado en el mundo blanco), fue puesta en duda desde el primer momento porque no era de primera mano, debido a que en el momento del presunto crimen él estaba ausente, campando por el estado mexicano de Chihuahua junto a su primo Gerónimo. Por otra parte, el períodico Los Angeles Herald publicó en 1899 un breve artículo titulado Those Apache fiends en el que reseñaba cómo el intérprete Scout Montgomery refirió a un periodista del Tucson Star que, según Chato, Charley pereció en el momento del ataque a sus padres, al golpearse la cabeza accidentalmente cuando Bonito y otro indio se lo disputaban; Montgomery se lo habría desvelado a Crook, quien lo calló para que Chato, uno de sus mejores exploradores, no fuera castigado. Estaba claro que el niño había muerto pero ¿cómo?

Jimmy McKinn con otros niños apaches en 1886, poco antes de ser devuelto a su familia; se negaba a regresar (dominio público en Wikimedia Commons)
 

En 1905 el historiador Charles. T. Connell, en su libro Apache, past and present, reflejó la correspondencia que mantuvo con Asa Daklugie, que hizo de intérprete de Gerónimo al inglés en Fort Still (Oklahoma), el último lugar donde, tras pasar por Florida y Alabama, los chiricahuas fueron recluidos entre 1894 y 1913, permitiendoseles en lo sucesivo vivir en una reserva apache con los mescaleros. En una de esas cartas, el recalcitrante guerrero también decía que Charley había fallecido antes de la expedición de Crook y fue incinerado; incomprensiblemente, la obra de Connell no se publicó y el manuscrito quedó olvidado en un archivo de Tucson, siendo propiedad hoy de la Universidad de Arizona.

BIBLIOGRAFÍA:

-ROBERTS, David: Las Guerras apaches. Cochise, Jerónimo y los últimos indios libres.

-BROWN, Dee: Enterrad mi corazón en Wounded Knee.

-COZZENS, Peter: La tierra llora. La amarga historia de las guerras indias por la conquista del Oeste. 

-UTLEY, Robert M: Geronimo. 

-HUTTON, Paul Andrew: Apache Wars. The hunt for Geronimo, the Apache Kid, and the captive boy who started the longest war in American history.

-SIMMONS, Marc: Massacre on the Longsburg Road. A tragedy of the apache Wars.

-Apaches grabbed Charlie McComas (Gregory Michno en History Net).

-Charlie McComas. A little boy lost in the Apache Wars (Lori Davis en New Mexico History. State Records Center & Archives).

-Those Apache fiends (Los Angeles Herald en UCR).

 

Imagen de cabecera: Emboscada apache (Frederic Remington).

Comentarios

  1. Leí hace años la historia de "El Apache blanco" (que debía ser Mac Kinn, o Mac Quinn... los nombres irlandeses son lo mío y por eso acudí a leer esta entrada: me extrañaba ese apellido Mac Comas). La historia del "apache blanco" me emocionó entonces y ahora sé que es verdadera, y que situaciones como las que narras eran relativamente frecuentes. Un enorme post, con unas ilustraciones de infarto, que enlazo en en mi blog. Muchísimas gracias.

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