Los pendones usados por Pizarro durante la conquista del Perú

  

El 16 de noviembre de 1533, las tropas mandadas por Francisco Pizarro entraron en Cuzco enarbolando un pendón con las armas de Carlos V que había sido bendecido en la Iglesia de la Merced de Panamá tres años antes, el 27 de diciembre de 1530. 

Era un confalón (bandera más ancha que larga) típico de la época, de damasco sobre fondo carmesí, con las armas reales recamadas en plata y oro bajo corona sostenidas por el águila bicéfala entre las dos columnas clásicas, todo ello dentro de una vistosa ornamentación plateresca. 

El confalón conservado en Caracas

Tras la conquista, Pizarro decidió depositarlo en el altar mayor de la iglesia de Santo Domingo, construida sobre el Coricancha (el Templo del Sol inca); allí quedó los siglos siguientes, olvidado, hasta que en enero 1825, días después de la victoria en la batalla de Ayacucho que supuso la independencia del Perú, José Antonio Sucre lo encontró entre otras banderas que habían pertenecido a batallones realistas. Considerando que sería un digno presente para agasajar a su superior, Simón Bolívar, se lo envió a Caracas, quedando guardado en el ayuntamiento de la ciudad.  En la carta que adjuntó decía: 

”El estandarte con que Pizarro entró trescientos años pasados, a esta ilustre capital de los Incas, lo remito al Libertador, como trofeo que corresponde al guerrero que marcó al ejército colombiano el camino de la gloria”…

 

Antonio José de Sucre retratado por Martín Tovar y Tovar (Wikimedia Commons)

Durante la primera fiesta cívica celebrada allí, en abril de 1826, fue arrastrado por las calles de la ciudad como muestra de desprecio hacia los españoles. Si su estado ya era precario debido al paso del tiempo, aquel trato lo deterioró todavía más. En 1842, doce años después de haber fallecido el Libertador, se trasladaron sus cenizas a la capital venezolana y el pendón, que viajó conjuntamente, se colocó junto a ellas en el mausoleo. Hoy se guarda en el Salón de la Presidencia del Concejo Municipal.

Cabe añadir que hay otro estandarte pizarriano, en este caso el que habría presidido la fundación de la Ciudad de los Reyes, es decir, Lima. Lo guardaba un noble local al que se lo incautó el cabildo limeño para regalárselo al general José de San Martín, cuando éste entró en esta ciudad en 1821, para que tuviera "la satisfacción de poder conservar en su poder esa insignia de la tiranía destruida bajo su protección"

José de San Martín retratado por Daniel Hernández Morillo (Wikimedia Commons)
 

San Martín lo llevó consigo al exilio y en enero de 1844, al redactar su testamento, incluyó una disposición adicional en  la que decía: 

"Es mi boluntad el qe. el Estandarte que el Bravo Español Dn. Francisco Pizarro tremoló en la Conquista de Perú sea debuelto a esta República (a pesar de ser propiedad mía) siempre que sus Goviernos hallan realizado las Recompensas y honores con qe. me honró su primer Congreso".
Estandarte atribuido a Pizarro y conservado en el Museo Nacional de Colombia

Así fue cómo la pieza regresó a América en 1861, cubriendo el ataúd que contenía los restos mortales del general. Al parecer se depositó en el Ministerio de Relaciones Exteriores, pero a partir de 1865 no se volvió a tener noticias de ella, acaso porque resultara destruida durante la llamada Revolución Restauradora contra el gobierno de Juan Antonio Pezet.

Y todavía hay un tercer estandarte, en este caso conservado en el Museo Nacional de Colombia, aunque los expertos consideran que el original es el que está en Venezuela.

Imagen de cabecera: Fundación de la Ciudad de los Reyes, obra de Francisco González

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