Firma de Solimán el Magnífico

 

 
En turco, la firma de los sultanes otomanos se llamaba tugra o tughra. No se trataba de una rúbrica sin más sino de algo de carácter oficial y ceremonial como representación de la Sublime Puerta, de ahí que, además de estar formada por más de una palabra, tuviera un acentuado aspecto artístico.
 
La tugra llevaba en la sere (parte inferior) el nombre del sultán, obviamente, pero solía ir acompañado de algún apodo, divisa o leyenda breve: la filiación, el apodo, ser hijo de, etc. Eso se escribía mediante el tuğ, tres trazos verticales que representaban estandartes y estaban cruzados por otras tantas zülfe, unas líneas con forma de S que equivaldrían a vientos haciendo flamear las banderas. Sin embargo, hay otras versiones tradicionales sobre el significado del tuğ. Una dice que eran una síntesis gráfica de los tres dedos del sultán Murad I, que al ser analfabeto los mojó en tinta para imprimir una huella-firma. Otra que metaforizaba al pájaro fabuloso tughri, tótem de la tribu Orghuz, de la que descendían los otomanos.
 
En fin, dos bucles a la izquierda, uno dentro de otro y que se conocían como beyze (huevo), simbolizaban el Mediterráneo y el Mar Negro. Por último, a la derecha se ponían dos líneas paralelas, síntesis gráfica de una espada.
 
Tugra de Orhan I (Wikimedia Commons)

 
Con ese signo se firmaban los documentos, plasmando la autoridad del gobernante; equivalía al monograma que los reyes europeos hacían con sus iniciales o, remontándose a la Antigüedad, el cartucho en el que los faraones egipcios ponían su nombre. Por eso no era una rúbrica de puño y letra sino que había un funcionario (nişancı) encargado de diseñarla, igual que los calígrafos occidentales en los códices; preparaba varios modelos y el sultán elegía su preferido el día de su proclamación. Del modelo original se sacaban luego moldes para los sellos.
 
Parece ser que esta tradición empezó durante el reinado de Orhan I, que vivió a caballo entre los siglos XII y XIII, aunque al principio eran tugras más sencillas -tal como se aprecia en la segunda foto- y fueron adquiriendo majestuosidad a medida que el Imperio Otomano aumentaba su poder.
 
La tugra que vemos en la primera imagen es la de Solimán el Magnífico (en Wikimedia Commons), el duro rival de Carlos V por el control del Mediterráneo, a partir del cual el estilo adquirió cierta uniformidad. Iluminada exquisitamente en oro y azul, encabezaba un berata (documento escrito) que se ha perdido y en el que, como era costumbre, fue lo úĺtimo que se puso para evitar falsificaciones.

 

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