La controvertida estatua del duque de Alba en Flandes, hecha con cañones capturados al enemigo


 
"En 1568 cuatro ejércitos de exiliados, reforzados por mercenarios franceses, ingleses y alemanes, invadieron los Países Bajos bajo la jefatura de Guillermo de Orange. Pero antes de terminar el año, todos habían sido derrotados y expulsados".
(Geoffrey Parker en Felipe II)

El 21 de julio tuvo lugar la batalla de Jemmingen (localidad de la actual Alemania) que enfrentó a los rebeldes holandeses, mandados por Luis de Nassau, hermano del estatúder Guillermo de Orange, con el ejército de la Monarquía Hispánica que dirigía Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, duque de Alba. Una tropa imponente, esta última, compuesta por once mil hombres de caballería alemanes y españoles pero cuya punta de lanza la constituían los ocho mil infantes de los Tercios de Nápoles, Sicilia, Cerdeña y Lombardía. El marqués de Brantôme, que los vio pasar desde su castillo en su marcha de Italia a Bruselas, dijo de ellos que "iban arrogantes como príncipes y los soldados parecían capitanes".
 
Los holandeses habían visto rechazado su intento de asalto a la ciudad de Groninga por los españoles sin que éstos se decidieran a lanzarse abiertamente al combate. Nassau, perseguido, se atrincheró en una península entre los ríos Ems y Dollar, abriendo los diques para inundar los campos e impedir el avance hispano. Pero dos compañías españolas avanzaron con el agua a la cintura y tomaron el puente que dominaba las esclusas, defendiéndolo luego en inferioridad numérica hasta que llegaron refuerzos, los Tercios Viejos de Lombardía y Sicilia, mandados por los temibles Juan de Londoño y Julián Romero.
 
La batalla de Jemmingen, por Franz Hogenberg (dominio público en Wikimedia Commons)
 
Los holandeses los machacaron con su artillería (tenían dieciséis cañones frente a ninguno español), pero Londoño y Romero, sus capitanes, aguantaron estoicamente pese a su inferioridad numérica, provocando que Nassau lanzase contra ellos su caballería. Ésta quedó desecha por el fuego de los arcabuceros y los holandeses emprendieron la retirada; era lo que esperaba el duque de Alba, que envió al resto de su ejército a perseguirlos en la desbandada.
 
El resultado fue de unos siete mil bajas rebeldes, entre muertos y heridos, muchos ahogados (la improbable tradición dice que Alba sólo sufrió siete); el propio Nassau tuvo que huir nadando mientras los Tercios se apoderaban de los cañones. Éstos se fundieron para hacer una estatua en honor del general vencedor que se colocó en Amberes el 19 de mayo de 1571. Medía cinco metros de altura, aunque más de la mitad correspondían al pedestal y el zócalo, representando al personaje sin idealización (de hecho, aparecía con su armadura de combate). Su autor, Jacques Jonghelinck, había sido discípulo de Leone Leoni.
 
La estatua de Amberes según un artista anónimo posterior (dominio público en Wikimedia Commons)
 
La inscripción de su pedestal decía: "Al Duque de Alba (...) que extirpó la sedición, redujo la rebelión, restauró la religión, afianzó la justicia e instauró la paz como fiel servidor del Rey". Allí estuvo hasta que, dos años más tarde, el gobernador Luis de Requesens entendió que suponía una humillación para los ciudadanos y ordenó retirarla, no sin cierta polémica. Lógicamente la propaganda insurrecta la vituperó, entre otras cosas porque se reconocía a sus líderes (los Orange) en los gemelos siameses vencidos que la figura mostraba a sus pies.
 
Lo cierto es aquel monumento era muy criticado tanto por holandeses como por españoles, ya que no era costumbre dejarse retratar así en vida y se consideraba que era prerrogativa real. De hecho, se enviaron informes negativos a Felipe II (quien nunca quiso hacerse una estatua en Flandes) que los opositores a la política implacable del duque se encargaron de apoyar. Y aunque no se sabe qué pensaba el monarca, al final Requesens retiró discretamente la figura y la guardó en un cobertizo para después, en 1575, volver a fundir su bronce y hacer cañones. Por eso sólo nos hacemos una idea de su aspecto a través de la documentación conservada.

BIBLIOGRAFÍA:

-KAMEN, Henry: El gran duque de Alba.

-PARKER, Geoffrey: Felipe II.

-MARTÍNEZ LAÍNEZ, Fernando: El ocaso de los héroes. Aceros rotos.

-MARTÍNEZ LAÍNEZ, Fernando y SÁNCHEZ DE TOCA, José María: Tercios de España. La infantería legendaria.

-DE LA CIERVA, Ricardo: Yo, Felipe II.

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