Josepha García la Carreña, la bruja que provocaba impotencia a sus víctimas

El 25 de agosto de 1733, el inquisidor fiscal del tribunal de Toledo abre proceso contra Josepha García la Carreña por "sortilegio, malefica y embustera" y ordena que "sea presa y reclusa en carceles secretas, se siga su causa hasta la definitiva y se saque y forma sumaria a cada uno de los complices que resultan en la causa".

Los hechos se remontaban a 1725, año en que María de Mora la delató al Santo Oficio por lo que estaba pasando con su marido Joseph Montalbán: estaba éste "entreteniéndose con otros amigos en el juego de naipes", en casa de la acusada, cuando tuvo una discusión por no querer levantarse del asiento donde Josepha quería sentarse. Al parecer, José le propino varias patadas, a resultas de lo cual ella le hechizó. No le golpeó ni él sintió dolor alguno pero los amigos se percataron de que tenía una marca en el carrillo, jactándose Josepha de haberle puesto así: "Con lo que me consuelo es que estas señalado de mi mano".

El resultado, según María de la Mora, fue que "desde ese lance dicho su marido se fue inhavilitando para el uso del matrimonio de suerte que después no ha podido ni puede consumarle, y además de esta impotencia fue perdiendo la salud de tal manera que ia no podia trabajar, y estaba como sin juicio".

Tras consultar a una curandera llamada Ana la Barrabasa, que le administró un tratamiento, Joseph Montalbán experimentó cierta mejoría "pero no podia acavarle de curar". Además, los sortilegios de Josepha no terminaron ahí porque otro día Montalbán volvió a casa de Josepha con un amigo llamado Gabriel, quien tomó polvo de tabaco de ella y empezó a sentirse "enfermo de gravísimos dolores, y se fue secando de tal suerte que le costó la vida".
 

 
Realizada la delación, el fiscal inquisidor pasa a interrogar al propio Joseph Montalbán, preguntándole "si es verdad lo que decían que estaba impotente por defecto del miembro viril", a lo que él contesta afirmativamente y culpa a la Carreña "por ser mujer de vida sospechosa en el pueblo en esta materia de echizar, y andar amenazando a todos y diciendo se lo havian de pagar", aunque él mismo admite que también amenazó con matarla si no le sanaba, y sólo entonces mejoró un poco.
 

 
A continuación testifica otro testigo llamado Joseph Carrillo, de oficio labrador y sesenta años de edad, que también sufre impotencia después de que pidiera a la Carreña una olla que le habían prestado y que ella se negó a devolver. Pero la cosa se complica al darse parte de otro suceso durante un baile, cuando Montalbán pisó a una de las Carreñas, Francisca (son dos hermanas, a las que califica de "brujas"), y ella le dijo "que quedaba señalado de su mano", poniéndosele un ojo "mui malo y negro", teniendo que mentirle a su esposa, cuando ésta le comentó extrañada "hombre, cómo traes ese ojo", con que "es un par de cozes que me ha dado una mula".
 
 

Montalbán no lo dejó pasar y cuando volvió a cruzarse con la Carreña "la amenazó diciéndola dame lo que es mío, y la dijo más palabras, a lo que la dicha Carreña se fue a quejar a dicho Alcalde". El edil mandó llamar a la Barrabasa, quien le contó toda la historia pero omitiendo que las Carreñas tenían hechizada también a más gente, y entre eso y que no había podido curar a Montalbán se sospechó que estaba de acuerdo con ellas. Porque otros testigos refirieron más casos desde hacía dos décadas y corrió el rumor de que las dos hermanas se juntaban con otras mujeres, liderándolas en la práctica de los maleficios.
 

 
Una de ellas era María de Herrera, a quien un testigo más, Francisco Carrance, de veinticinco años de edad, acusa de haber tenido una discusión con su madre, a resultas de la cual le tiró una piedra "que la chamuscó el pelo como si fuera una bala y que desde entonces se sintió mala, que lo estubo hasta que murió seca después de mas de un año; y que Ana la Barrabasa dijo que estaba echizada". Ésta, de hecho, le dijo que tenía "un culebron en el cuerpo". Irónicamente, la difunta era considerada "la capitana" del grupo de hechiceras. 
 
Condenada por la Inquisición (Goya)
 
Pero, entretanto, Montalbán seguía padeciendo el maleficio de Josepha y amenazando a ésta. Mientras él insistía en que "yo me allo con mis genitales y miembro sin poder usar de ellos", el alcalde se entrevistó con él ofreciéndose a mediar y encontrar a alguna persona que la convenciera. Al final, el caso terminó en manos de la Inquisición, como se ve.

El documento se conserva en el Archivo Histórico Nacional.
 

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