La impresionante Muerte tallada por Gil de Ronza
En los siglos XVI y XVII el arte español tuvo en la fugacidad de la vida uno de sus temas más destacados, plasmando el concepto en impactantes imágenes de cadáveres en descomposición que, heredando la tradición medieval de la danza de la Muerte y debidamente situados en contexto, escenificaban la idea de que nadie podía escapar de la muerte, ya fuera rico o pobre. Las pinturas sobre las postrimerías de la vida que firmó Valdés Leal son su mejor ejemplo pero también hay muchos en escultura.
Gil de Ronza no
es tan conocido como otros escultores españoles de la España
Moderna, caso de Juan de Juni, los Siloé, Martínez Montañés o los
Berruguete, pero se deja notar sobre todo gracias a una
impresionante obra: la estatua de la Muerte, una de las cinco
conservadas que realizó para decorar la capilla funeraria del deán
don Diego Vázquez de Cepeda en el convento de San Francisco de
Zamora y que vemos en las fotos.
Nacido
en Ronse (Flandes, actual Bélgica) en 1488, se estableció en Toledo
hacia 1498 trabajando en el taller de un compatriota, Juan de
Bruselas, en la sillería del coro de la vecina Catedral de Zamora. También
tuvo actividad en Salamanca, decorando la Capilla Dorada (o de Todos los Santos) de la Catedral Nueva, donde dejó
una figura parecida a la del cenobio zamorano); también tuvo parte en la fachada, ayudado por
su hijo. Falleció pocos años después, en 1534, de nuevo en Zamora.
La
estatua de la imagen adjunta, hecha en 1523 en madera policromada con unas
dimensiones de 169 x 62 x 48 cm, se muestra medio envuelta en el sudario el
sudario y roída por gusanos, sosteniendo una trompeta alusiva al Juicio
Final y la resurrección de los muertos. Se exhibe actualmente en el
vallisoletano Museo Nacional Colegio de San Gregorio.
Imagen: Nicolás Pérez en Wikimedia Commons |
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