Los duros castigos que sufrían los niños aztecas
El
aforismo "la letra con sangre entra" es de origen europeo
pero se trata de un concepto universal que han aplicado
prácticamente todos los pueblos. Hoy es diferente y se prima el
refuerzo positivo sobre el punitivo pero, a lo largo de toda la
historia, los niños se han formado siguiendo sistemas muy severos,
en los que el castigo físico jugaba un papel fundamental; un papel que se
consideraba necesario para obtener resultados y garantizar
comportamiento y respeto. Es decir, se basaba en una reacción por
temor.
Padre y madre amenazando con azotes a hijo e hija respectivamente (Códice Mendoza) |
Era algo que empezaba desde la primera infancia, pues cuando los más pequeños eran demasiado insistentes en sus lloros se les ponían hierbas de sabor desagradable en la boca.Algunos
métodos reflejaban una mentalidad tan distinta y particular que en
la actualidad nos resultan un tanto extraños, como el dejar al niño a la intemperie, atado a un árbol o sobre tierra mojada toda la noche; otros son más clásicos,
caso de los azotes, que podían aplicarse con la mano, con una vara o, a veces, con ortigas. Los pellizcos
fuertes eran una variante.
Mentir
se penaba pinchándole la lengua al responsable con espinas de
magüey, algo que se extendía a brazos y piernas si el niño robaba
o se revolvía contra sus padres; se puede apreciar en la primera imagen que ilustra el artículo. Y el considerado castigo más duro,
para casos ya extremos, consistía en obligarle a respirar el humo
que producían chiles quemados, algo que provocaba un tremendo picor en
los ojos y garganta.
Padre castigando a su hijo con chiles quemados; la madre amenaza a su hija con lo mismo |
Más
allá del plano meramente físico, estaba el psicológico. Fuera del
ámbito familiar, los maestros de los telpochcalli (escuelas para los hijos de las clases populares; los de los nobles iban a los calmécacs sacerdotales, cada uno de los cuales estaba adscrito a un dios) podían sancionar a
los perezosos humillándoles al cortarles el mechón de cabello que
marcaba su paso de la infancia a la pubertad y les autorizaba a estar
presentes en las batallas como mozos de carga. Para las chicas tampoco había mayor vergüenza que ser obligadas a barrer; pero no la casa (o no sólo), pues al fin y al cabo entraría dentro de sus funciones, sino hacerlo la calle, públicamente
Finalmente,
ante los incorregibles, a los padres desesperados sólo les quedaba
una medida radical y dramática: vender al niño como tlatlacotin, es
decir, esclavo, generalmente a un conocido para el que debía
trabajar. Si con éste tampoco enderezaba su comportamiento podía
ser revendido a un tercero o incluso enviado a un templo para su
sacrificio. En esa línea, un joven que se emborrachase era apaleado hasta la muerte (ahorcado si se trataba de un tlazopilli, alguien de alcurnia), pena superior a la que recibían los adultos (a quienes se rapaba la cabeza, demolía la casa y privaba de sus derechos ciudadanos).
Chico atado a la intemperie y chica obligada a barrer |
La educación infantil propiamente dicha empezaba a partir de los tres años de edad. A los cuatro, los niños ya debían saber hacer algunas tareas domésticas en función de su sexo, desde acarrear agua para ellos a tomar el primer contacto con aguja e hilo para ellas. Una forma de ir iniciándose en el aprendizaje del oficio paterno o de las labores domésticas femeninas. El citado Códice Mendoza muestra las tortillas a que tenían derecho en cada caso si cumplían adecuadamente, del mismo modo que se puede apreciar la evolución en la vestimenta a medida que van creciendo.
Vestuario, alimento y funciones de niños (izquierda) y niñas (derecha) desde los tres a los seis años |
Todo esto sólo constituía, en realidad, un pilar más de un proceso educativo de por sí bastante duro, que incluía levantarse con la primera luz del día, tomar un baño de agua helada y desayunar frugalmente, además de empezar a hacer penitencia periódica por razones religiosas, más allá de las correctivas. Una formación del ciudadano a la espartana, en cierto sentido.
BIBLIOGRAFÍA:
-VELA, Enrique: La educación de los niños (en Arqueología Mexicana).
-VELA, Enrique: Las escuelas (en Arqueología Mexicana).
-VELA, Enrique: Las escuelas (en Arqueología Mexicana).
-KOBAYASHI, José María: La educación como conquista.
-LÓPEZ AUSTIN, Alfredo, Educación mexica. Antología de textos sahaguntinos.
-JACOBO-MARÍN, Daniel: Delitos y castigos de la sociedad azteca.
-FACSÍMIL DIGITAL DEL CÓDICE MENDOZA (en Polemología Mexicana).
-LÓPEZ AUSTIN, Alfredo, Educación mexica. Antología de textos sahaguntinos.
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