Los "justos títulos": fundamentos jurídicos y teológicos de la conquista de América
La conquista de América empezó basándose en el derecho consuetudinario medieval, que procedía del romano y el canónico anteriores, y que fue el que se usó también en la Reconquista: si ésta se definía como una restauración del poder cristiano y del reino visigodo, aquélla venía a ser una continuación por cuanto a dicho reino había pertenecido el norte de África, de ahí la legitimidad de la conquista de Canarias por Castilla y las esporádicas argumentaciones acerca del derecho hereditario castellano sobre el Nuevo Mundo, sólo un paso más allá. Así, Gonzalo Fernández de Oviedo aseguraba que Colón había descubierto el país de las Hespérides, llamadas de esa forma por Héspero, duodécimo monarca de la vieja España (que autores como Séneca o Marcial identificaron con su patria hispana), había alcanzado tierras aquellas tierras mil ciento noventa y tres años atrás.
El jardín de las Hespérides (Boris Anisfeld) |
Pero
claro, Fernández de Oviedo nunca pudo aportar las pruebas que al
respecto le pedía el Consejo de Indias, así que tendió a imponerse
otro argumento menos problemático: el res
nulius o bienes
sin dueño,
por el que un territorio deshabitado pertenecía a quien lo descubría
y poblaba. Fue lo que adujo Portugal para quedarse con las Azores,
por ejemplo. Sólo que las Indias sí estaban habitadas, por lo que
se introdujo una variante: era lícito apropiarse de países
descubiertos y que pertenecieran a príncipes
paganos.
La praxis recomendaba, obviamente, que si dichos príncipes eran muy
poderosos -caso del Gran Khan- era mejor optar por la diplomacia.
Canarios y africanos, por contra, no tenían tanto poder y por eso se
los pudo despojar y/o someter a esclavitud.
No
obstante, los escrúpulos morales y legales seguían latentes, de ahí
que Portugal solicitara al Papa una bula
en 1455 que
legitimaba la conquista de la costa atlántica africana, autorizaba a
esclavizar a sus habitantes y prohibía la injerencia de otros países
so pena de excomunión, en clara referencia a Castilla. Ésta, que
ante tal panorama dirigió su expansión hacia el oeste a través del
Atlántico, requirió del pontífice exactamente lo mismo, obteniendo
las famosas cinco bulas
alejandrinas (por
Alejandro VI) en 1493. Las diferencias con Portugal, que no quedó
satisfecho, se resolvieron en el Tratado
de Tordesillas y
los Reyes Católicos empezaron así a forjar un imperio en base a
esos tres principios.
Planisferio de Cantino con la demarcación del Tratado de Tordesillas (1502) |
Marinos
y descubridores solían dejar constancia
de su paso dejando
estelas grabadas, erigiendo cruces de madera o mediante inscripciones
en los troncos de los árboles, clavando la espada en tierra, tomando
un puñado de ésta o celebrando ceremonias de toma de posesión (el
escribano de Colón, por ejemplo, levantó acta de la que hizo el
almirante en 1492 al desplegar el pendón real y dos lábaros). Ahora
bien, todo esto que podía servir de manera simbólica no convencía
en absoluto a los teólogos hispanos y, muy especialmente, a
los escolásticos.
El alma de esa tendencia, Santo Tomás de Aquino, había dicho que la
formación de los estados surgía de la razón
natural, de
ahí la legitimidad del poder estatal de los paganos; asimismo, el
derecho de propiedad sería válido para todos al fundamentarse en el
derecho natural. Conclusión: a los indios no se les podía
arrebatar ni
su tierra ni su autoridad sobre
ella.
Francisco de Vitoria |
De
hecho, la escolástica también impugnaba la validez de las bulas
papales. Éstas se basaban en la idea de la autoridad
de la Santa Sede sobre
la societas
christiana (el
mundo cristiano) y a ese concepto de dominus
orbis recurrían
los juristas. Pero los teólogos españoles volvían a Santo Tomás:
puesto que Cristo no había querido ser un príncipe terrenal, el
Papa carecía
de autoridad sobre
los paganos, que según el derecho natural (el “iusnaturalismo
católico”) eran iguales al resto de los hombres. Francisco
de Vitoria fue
el primero en discutir la idea de que el descubrimiento daba derecho
de propiedad (así lo explicaba en su cátedra de la Universidad de
Salamanca) y después le siguieron Bartolomé
de Las Casas y
otros, ante los que reaccionó Juan de Solórzano acusándoles
de “dudar
de la grandeza y potestad del que reconocemos por viceDios en la
tierra”.
Surgió
entonces un argumento para contrarrestar a los escolásticos: el
descubrimiento y la conquista ofrecían la posibilidad de anunciar a
los indios los evangelios y redimirlos;
aunque el Papa no tuviera autoridad, sí tenía el derecho y el deber
de propagar la fe entre infieles y tales atribuciones
podía delegarlas
en un príncipe cristiano.
Otorgaba además, la exclusiva a dicho príncipe, lo que en el caso
americano equivalía a excluir al resto de países (de ahí la
ingeniosa frase de Francisco I reclamando ver el testamento de Adán).
En ese sentido, el dominico Bartolomé de Carranza opinaba que el rey
de Castilla venía
a ser asimismo el soberano
del Nuevo Mundo;
Las Casas apoyó esa idea también.
Pero
de nuevo apareció otro duda: evangelizar ¿legitimaba la conquista
por las armas?
Así lo creían los conquistadores, por supuesto, y lo defendían no
pocos teólogos como el escocés John Major, el español Juan Ginés
de Sepúlveda y hasta los escolásticos como Vitoria o Domingo de
Soto. La idea de un príncipe cristiano que asumiera la
responsabilidad se adaptaba como un guante al momento y a la persona
de Carlos
V:
la fundación de un imperio universal que integraba los reinos en una
comunidad internacional, según el derecho de gentes, era un concepto
medieval que fue recuperado por el jurista Miguel
de Ulcurrum en
1525. Si los paganos se negaban a reconocer la soberanía ecuménica
del emperador, no quedaba otra que tratarlos
como rebeldes.
Frente a esto volvieron a reaccionar los escolásticos; Vitoria negó
que el emperador fuera señor de todo el orbe y Carranza expuso que
nunca se había dado algo así porque el mundo era demasiado
diferente.
Desembarco de Colón (Jim Carson) |
Ahí
entró en liza una nueva y curiosa cuestión:
¿tenían legitimidad sobre
sus territorios los príncipes indios? Según lo que decían las
crónicas, el Sapa Inca y el Huey Tlatoani mexica no habían heredado
sus imperios sino que los habían logrado a base de conquistas,
luego resultaba legítimo deponerlos por la misma vía.
Otra cosa era que se sometieran voluntariamente a la soberanía
española, algo que eliminaba cualquier posible discusión incluso
entre los escolásticos. El problema estaba en que debía ser
una sumisión
libre y
los conquistadores la habían forzado tomándolos como rehenes (no
sólo Cortés y Pizarro, pues era una práctica común con precedentes en la conquista de Canarias).
Ginés de Sepúlveda |
Por
otra parte, se debatía también si era acorde a derecho instaurar
un sistema
de dominio,
tal como defendía Ginés de Sepúlveda apoyándose en la Política de
Aristóteles y según la cual los pueblos bárbaros e incultos debían
servir a los dotados de razón. De este argumento nació
la iconografía
más despectiva hacia
las civilizaciones americanas, la que ponía el acento en la
idolatría, los sacrificios humanos, la antropofagia, la sodomía, el
impudor, la deshonestidad o la lujuria, obviando cualquier rasgo
positivo. Por eso también se dudó de su humanidad. El jurista
Gregorio López, miembro del Consejo de Indias, mantenía a mediados
del siglo XVI que los pecados
de los indios contra
Dios y la naturaleza eran en sí un título jurídico para la
conquista. Enfrente estaban los misioneros
y teólogos como
Antonio de Montesinos (en 1511 dio un duro sermón a los colonos de
Santo Domingo), Bernardo de Minayo (que viajó a Roma para denunciar
ante el Papa la situación) o Juan Garcés (que refutó los
argumentos por escrito). Su esfuerzo se vio recompensado por Pablo
III, que en la bula de 1537 proclamó que los indios eran hombres
verdaderos y
podían disponer libremente de sí mismos y de sus propiedades.
El
prestigioso Diego de Covarrubias negó en 1548 el derecho a hacerles
la guerra basándose en la superioridad cultural, algo que subrayó
luego Melchor Cano planteando además si sujetar a los indios a un
ordenamiento social ajeno no resultaría dañino para ellos. En suma,
los escolásticos aceptaban la idea de una república universal pero
en situación de reciprocidad de
todos los pueblos; los españoles, pues, tenían derecho a ir al
Nuevo Mundo, establecerse y comerciar pero sin forzar a nada a los
indios, salvo que presentaran resistencia. Algo que sostenía también
Juan de la Peña como medio de salvaguarda de los derechos
fundamentales. Vitoria lo resumió en la tesis de los siete
justos títulos:
derecho a viajar y a establecerse sin dañar a los aborígenes,
derecho sobre ellos si hacían la guerra, derecho a predicar y
evangelizar, derecho a conquistar si algún príncipe forzaba el
regreso a la idolatría, derecho a salvar a la gente de una muerte
injusta (en relación a sacrificios y canibalismo) y derecho de los
indios a tener un soberano cristiano.
Bartolomé de Las Casas |
Todo
este debate, que empezó al poco de volver Colón y se prolongó a lo
largo de dos
siglos,
fue lo suficientemente importante y tuvo tal repercusión pública
que en 1539 Carlos V lo consideró “perjudicial
y escandaloso”,
recomendando a los religiosos evitarlo y guardar toda la
documentación crítica relativa al mismo. Fue inútil porque los
teólogos españoles insistieron y en 1542 Las Casas logró ser
recibido por el emperador para decirle que la labor en el Nuevo Mundo
eran “ynvasiones
violentas de crueles tiranos, condenadas no sólo por la ley de Dios,
pero por todas las leyes humanas” y
pidiéndole que paralizara
la conquista y
devolviera los territorios a los indios. Se cuenta que Carlos tuvo la
intención de hacerle caso pero no hay constancia documental y
probablemente se trató de una leyenda, aunque la influencia de esa
controversia quedó reflejada en una legislación que trataba de ser
humanitaria. A partir de 1573, se sustituyó la palabra conquista
por pacificación.
-BENNASSAR, Bartolomé: La América española y la América portuguesa. Siglos XVI-XVIII.
-CHAUNU, Pierre: La España de Carlos V.
-DE LA PUENTE, J: La conquista (en Historia común de Iberoamérica).
-DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio: El Antiguo Régimen. Los Reyes Católicos y los Austrias.
-ELLIOTT, John H: El Viejo Mundo y el Nuevo.
-KAMEN, Henry: La forja de España como potencia mundial.
-KONETZKE, Richard: América Latina. La época colonial.
-THOMAS, Hugh: El imperio español. De Colón a Magallanes.
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