El
24 de febrero de 1530, el papa Clemente VII coronaba a Carlos V como
emperador del Sacro Imperio Romano Germánico; más de una década después
de ser designado en Frankfurt por los siete electores y coronado como
Rey de Romanos en la Capilla Palatina de Aquisgrán el 23 de octubre de
1520.
Esa
demora se debió a las disensiones que tenían ambos (Clemente era un Médici, sobrino de Lorenzo el Magnífico, y por tanto receloso del poder imperial) y que culminaron con
el Saco de Roma en 1527, aquel asalto a la Ciudad Eterna que habían
llevado a cabo los lansquenetes alemanes de Georg Frundsberg y las
tropas españolas del condestable Carlos de Borbón, ante la muerte de
éste y el descontento reinante por dos motivos: el retraso en la paga y
el alineamiento de la Santa Sede con la Liga de Cognac (que integraba a
Francia, Inglaterra, el Ducado de Milán, y las repúblicas de Florencia y
Venecia contra los Habsburgo).
Clemente VII, que se había visto obligado a refugiarse en el Castillo de
Sant'Angelo y pagar un rescate, tuvo que acabar cediendo a las
pretensiones carolinas y en el Tratado de Barcelona de 1529 aceptó
coronar a su adversario -era obligatorio que lo hiciera el Sumo
Pontífice-, a pesar de que se trataba de un acto meramente ceremonial
(Maximiliano I, abuelo de Carlos, no lo hizo y, de hecho, nunca se
repetiría). Eso sí, impuso la condición de que la ceremonia no fuera en
Roma, algo en lo que el interesado transigió, siguiendo el consejo de su
secretario Gattinara, que intentaba solucionar las diferencias entre
ambos.
La ceremonia se realizaría en Bolonia, que quedaba de camino a Alemania y
a donde llegó Carlos en noviembre de 1529, tras viajar por mar de
Barcelona -donde fue despedido al grito de "¡Plus ultra, plus ultra!"
-a Génova, con escalas en Mónaco y Savona, en una flota de treinta y
siete naos y más de un centenar de transportes; la dirigía Andrea Doria,
al que acababa de convencer para ponerse a su servicio y resultaba tan
impresionante que el humanista valenciano Luis Vives, que vivía exiliado
en Brujas debido a la acusación inquisitorial de criptojudaísmo contra
su padre, le escribió a Erasmo: "España manda sobre todo".
Carlos V, que apareció fastuosamente montado en un caballo blanco y
acompañado de un imponente ejército al mando de Antonio de Leyva, fue
recibido por veinticinco cardenales en una urbe completamente engalanada
para la ocasión con guirnaldas e inscripciones que decían Ave caesar, imperator invictae. Hizo una entrada triunfal a la manera de los césares romanos, pasando bajo un arco construido ex profeso
con imágenes de Julio César, Augusto, Constantino y Carlomagno, entre
otras grandes figuras históricas. También Clemente VII entró en loor de
multitud, pasando bajo siete arcos triunfales.
El
22 de febrero el Papa, que se había dejado una larga barba imitando a
los patriarcas bíblicos para recordar el Saco, hizo una primera
coronación (en realidad la segunda, si se cuenta la de Rey de Romanos)
que daba a Carlos el título de Rey de Borgoñones, imponiéndole la corona
de hierro de los reyes lombardos, en cuya forja la tradición decía que se
había empleado uno de los clavos de la cruz de Cristo. Se llevó a cabo
en la catedral de San Petronio, de forma majestuosa pero prácticamente
en privado. Eso sí, según Pedro Mexía, humanista que luego sería cronista
del emperador y autor de una incompleta Historia de Carlos V (inconclusa, termina justo en la coronación), a la salida los boloñeses exclamaban "¡Imperio, imperio!" y los españoles "¡España, España!" .
Dos días después -fecha deliberadamente elegida para coincidir con el
trigésimo cumpleaños del emperador y el aniversario de la Batalla de
Pavía- llegó la definitiva, que tuvo lugar en el mismo templo, decorado
como si fuera el de San Pedro. Dada la enorme cantidad de gente que se
congregó en la plaza, fue necesario tender un puente de madera para unir
el Palazzo Pubblico, donde se alojaba la comitiva imperial, con la
escalinata del templo. Esa pasarela se hundió justo después de pasar el
conde de Nassau, encargado de sostener el manto de Carlos, provocando
tres muertos y varios heridos, algo que en Italia se interpretó como un
castigo por el Saco y un augurio de que nunca se repetiría una coronación (como así fue).
|
Grabado ilustrando el reparto de monedas por las calles boloñesas |
El emperador entró en la iglesia acompañado de tres allegados que portaban los símbolos imperiales: la
corona de oro, la espada y el cetro; un cuarto, como decía, sostenía su
manto. Recibió los santos óleos de manos del cardenal Farnesio (futuro
papa Paulo III) y juró defender la fe católica; de hecho, días más tarde
partiría hacia Augsburgo para intentar mediar con los protestantes.
Tras
la correspondiente misa y ciñendo ya la corona de oro en su cabeza, fue
aclamado por las calles boloñesas mientras paseaba en su caballo bajo un
palio, precedido en la comitiva por un heraldo que repartía monedas
conmemorativas de oro y plata; no fue éste el único motivo de regocijo
porque el pueblo pudo disfrutar de un banquete público paralelo al
oficial y de una fuente de la que manaba vino.
En lo sucesivo, Carlos V pasó de recibir el tradicional tratamiento
español de Alteza al de Majestad o incluso SCCR (Sacra, Católica,
Cesárea, Real Majestad).
BIBLIOGRAFÍA:
-KAMEN, Henry: Carlos emperador. Vida del rey césar.
-THOMAS, Hugh: El imperio español de Carlos V.
-PÉREZ, Joseph: Carlos V.
-MEXÍA, Pedro: Historia del emperador Carlos V.
-CADENAS Y VICENT, Vicente de: Entrevistas con el emperador Carlos V.
-KAMEN, Henry: Imperio. La forja de España como potencia mundial.
Imagen de cabecera: Carlos V entra en Bolonia para su coronación (Juan de la Corte) (Wikimedia Commons)
Comentarios
Publicar un comentario